Está compuesta por siete islas más pequeñas divididas por canales y ríos pero comunicadas entre sí mediante puentes.
Se la conoce en todo el mundo por la citada producción de vidrio artístico artesanal (soplado).
Lo cual sucedió en Venecia cuando, para prevenir los incendios en tierra firme causados por el proceso de elaboración del vidrio, Murano fue elegida fábrica “flotante”.
Con el tiempo, muchas de las tiendas y talleres históricos se han convertido en marcas internacionales como Salviati, Barovier & Toso, FerroMurano, Berengo Studio en cuyas fábricas los artesanos siguen usando las antiguas técnicas a la hora de realizar lámparas y murrinas, otro símbolo del made in Italy, con una marca tutelada que garantiza la calidad y el origen.
En un principio, la isla prosperó como puerto pesquero y gracias a la producción de sal.
Esta ciudad fue uno de tantos centros urbanos fundados durante las invasiones bárbaras (exactamente igual que su hermana Burano).
La autonomía de la isla, incluso como común (ayuntamiento), fue confirmada bajo la invasión napoleónica, quien por otra parte expolió y deshizo muchísimos conventos e iglesias (de las que hoy en día permanecen solamente tres), y durante la dominación austriaca.
Los maestros vidrieros estaban obligados a vivir en la isla y no podían dejar la capital véneta sin un permiso especial emitido por el dogo veneciano.
La más importante crisis que golpeó la industria local fue la sufrida en el XV, cuando Bohemia comenzó a producir vidrio artístico, quizá inspirados en los vidrieros vénetos de Murano.
Solo los maestros vidrieros, incluso aquellos que no pertenecían a la clase nobiliaria, podían esposarse con los patricios.
Acoge las reliquias de San Donato, junto a los restos del dragón que mató.