Monasterio de las Descalzas Reales (Madrid)

Es un edificio clasicista del siglo XVI que alberga en su interior importantes obras de arte.

Parte del monasterio está en la actualidad dedicado a museo que se puede visitar.

Más allá del arco existía otro edificio, obra del arquitecto Juan Bautista Monegro, que servía como vivienda de los capellanes y como Casa de la Misericordia para doce sacerdotes pobres.

Las crónicas hablan de que en 1339 se celebraron en este palacio las primeras Cortes en Madrid.

La segunda abadesa tampoco llegó a pisar el nuevo monasterio pues murió cuando la comunidad habitaba aún la casa de Gutiérrez.

Hubo una procesión solemne en la que participaron Felipe II y toda la familia real.

La emperatriz adoptó el régimen de la comunidad y su hija profesó como monja.

No obstante fue cuidado y protegido, poniendo sus obras de arte a buen recaudo.

En los años centrales del siglo XX se construyó en la plaza de las Descalzas un estacionamiento subterráneo cuyas obras afectaron levemente al edificio.

Con este motivo fue restaurado y consolidado, acondicionando algunas de sus dependencias para ser visitadas en un recorrido turístico.

Cuando la primera abadesa murió pasó a sustituirla sor María de Jesús que murió en Madrid cuando la comunidad se hallaba instalada en las casas del tesorero Alonso Gutiérrez, antes de finalizar las obras.

[7]​ El monasterio con todas sus dependencias ocupó en origen un espacio enorme con un gran terreno para huertas que llegaban hasta la actual calle de Preciados y que fue vendido por la comunidad en el siglo XIX, donde se alzó una manzana de casas para la sociedad «La Peninsular».

Las obras para la transformación del antiguo palacio en convento fueron dirigidas por el alarife Diego Sillero, pero la autoría de la iglesia, concluida en 1564, ha sido muy discutida.

Tradicionalmente ha venido siendo atribuida a Juan Bautista de Toledo, a quien podría asignarse la fachada, en severo estilo clásico, con la sustitución de los órdenes clásicos por superficies lisas como se encuentra en otras obras toledanas.

Se sabe cómo era aquel retablo gracias al dibujo arquitectónico conservado en la Biblioteca Nacional de España.

Para los laterales se encargó obra nueva al escultor José Bellver y Collazos, cuyas representaciones estuvieron más de acuerdo con la orden franciscana del monasterio: san Francisco, santa Clara, san Antonio de Padua y otros santos franciscanos.

Antonio y Luis González Velázquez pintaron la bóveda que más tarde se quemó en el incendio de 1862.

Antonio García la restauró en 1863 pintando de nuevo, aprovechando un dibujo que se había conservado.

En este evento procesiona un Cristo yacente de Gaspar Becerra que es llevado a varas (sin urna).

En 1773, con Carlos III se hizo la misma operación con la parte baja, convirtiendo de esta manera al corredor claustral abierto en una galería cerrada.

Para la pinturas de la caja, con el Calvario, la serie de los siete arcángeles y el balcón real se empleó la pintura al óleo y en la restauración se han llegado a distinguir hasta siete manos distintas, que no ha sido posible identificar.

Juan José de Austria ordenó su construcción como regalo a su hija sor Margarita de la Cruz, profesa en el monasterio, y para honrar una imagen por la que tanto su padre, Felipe IV como su hermano Carlos II sentían gran devoción.

Vista del monasterio desde el ángulo suroeste (plaza de San Martín)
Interior del edificio. A la derecha, hornacina acristalada que cobija La Virgen y el Niño , obra de Bernardino Luini
Iglesia
Claustro