Durante este periodo continuó la expansión colonial en Angola, Mozambique y Malaca; también se produjo la anexión de Macao (1557).
Esto abrió un segundo frente en el inacabable conflicto entre turcos y cristianos.
Durante su juventud, jamás se interesó por las mujeres ni dio síntomas de desear contraer matrimonio.
[1] La reina Catalina de Austria intentó sin éxito concertar su enlace matrimonial con la princesa española Isabel Clara Eugenia, pero el rey Sebastián nunca aceptó ningún tipo de compromiso.
Este, sin embargo, solo parecía interesado en solicitar ayudas concretas para sus planes de invadir África.
«Me resolví de ofrecerle cincuenta galeras y cinco mil españoles», pero tendría que pagarlos.
«Le he persuadido de palabra y por escrito», dijo, «pero no ha aprovechado nada».
El humanista Benito Arias Montano también fue enviado a Lisboa con una misión parecida.
[3] El ejército se desplazaba con mucha lentitud, y cuando llegaron a la zona que buscaban, las fuerzas del enemigo ya estaban allí, esperándolos.
Abd al-Málik, un hombre joven de treinta y cinco años, que ya estaba seriamente enfermo, murió durante la batalla; Al-Masluk pereció ahogado cuando intentaba escapar; y el rey Sebastián se dio por desaparecido, pues su cuerpo no pudo ser identificado en el campo de batalla.
[4] El rey Sebastián murió en la batalla[5] y gran parte de la nobleza portuguesa cayó prisionera, por cuyas vidas se exigió un gran rescate, lo que acabó prácticamente con el tesoro de Portugal.
[8] Sebastián entró en la leyenda como un gran patriota, el "rey durmiente" que retornaría para ayudar a Portugal en sus horas más difíciles, dando lugar al movimiento místico-secular llamado Sebastianismo (con ciertos parecidos con la leyenda inglesa del Rey Arturo o la alemana de Federico Barbarroja).
Su muerte sin descendientes supuso que el trono fuese ocupado por su tío-abuelo Enrique I.