Estas discusiones se remontan a la antigüedad grecolatina y han continuado durante la época moderna.Al haberse producido todo esto Aquiles se retira de la batalla, y asegura que solo volverá a ella cuando el fuego troyano alcance sus propias naves.Este acepta, ya que Tetis lo había ayudado cuando sus hermanos divinos se le rebelaron.Tras el debate entre Atenea y Apolo, interpretado por Héleno, Héctor desafía en duelo singular a cualquier aqueo destacado.Los aqueos contraatacan, pero Diomedes, Eurípilo y el médico Macaón son heridos por flechas de Paris.Héctor recobra las fuerzas y los troyanos llegan combatiendo hasta las naves de los aqueos.Patroclo pide permiso a Aquiles para tomar sus armas y repeler el ataque y, al mando de los Mirmidones, hace huir a los troyanos, que creen que en realidad se trata de Aquiles.Menelao consigue matar a Euforbo y defiende el cuerpo sin vida de Patroclo, en torno al cual se entabla un duro combate.Después acuden refuerzos aqueos al combate y consiguen llevar su cuerpo a las naves.Aquiles se reconcilia con Agamenón, que le devuelve a Briseida junto con varios regalos, además de hacer un juramento de que nunca estuvo con Briseida como es costumbre entre hombres y mujeres.Zeus da permiso al resto de los dioses para que intervengan en la batalla y ayuden a quien prefieran.Aquiles inicia un furioso ataque en el que lucha con Eneas, quien es salvado por Poseidón con tal de no encolerizar a Zeus.El dios del río, Escamandro, lo rodea con sus aguas y está a punto de ahogarlo, pero Hera acude a su hijo Hefesto para que aleje las aguas del río con las llamas.El rey Príamo ordena abrir las puertas de Troya para que sus tropas se refugien tras sus muros.Las fuerzas troyanas se refugian en la ciudad, pero Héctor queda fuera, con ánimo de pelear contra Aquiles.Pero luego aparece Atenea y se hace pasar por Deífobo, engañando así a Héctor.Príamo y un viejo heraldo se dirigen hacia el campamento aqueo: en el camino encuentran a Hermes (enviado por Zeus), que los ayuda a pasar inadvertidos hasta la tienda de Aquiles.Temáticamente, el concepto de regreso es muy explorado en la literatura griega antigua, especialmente en la suerte que tuvieron los atreidas, Agamenón y Ulises.Sin embargo, Aquiles debe elegir solo una de las dos recompensas, ya sea nostos o kleos.[4] En el Libro IX (IX.410–16), le dice de manera conmovedora a los enviados de Agamenón (Odiseo, Fénix y Áyax) suplicando su reincorporación a la batalla por tener que elegir entre dos destinos (διχθαδίας κήρας, 9.411).[5] Al renunciar a su nostos, ganará la mayor recompensa de kleos aphthiton («κλέος ἄφθιτον», «fama imperecedera»).El traductor Lattimore[7] hace que kleos afhthiton sea siempre inmortal y como siempre imperecedero, lo que connota la mortalidad de Aquiles al subrayar su mayor recompensa al regresar a la batalla de Troya.[9] El destino no determina todas las acciones, incidentes y sucesos, pero sí determina el resultado de la vida; antes de matarlo, Héctor llama tonto a Patroclo por evitar cobarde su destino, intentando su derrota.Tú mismo no eres alguien que vivirá mucho tiempo, pero ahora ya La muerte y el destino poderoso están a tu lado, para bajar bajo las manos del gran hijo de Aiakos, Achilleus.[13] Al decidir entre perder un hijo o un destino permanente, Zeus, el Rey de los dioses, lo permite.Esta vez, es Atenea quien lo desafía: Padre del rayo brillante, oscuro empañado, ¿qué es esto que dijiste?[14] Nuevamente, Zeus parece ser capaz de alterar el destino, pero no lo hace, decidiendo en cambio cumplir con los resultados establecidos; sin embargo, al contrario, el destino ahorra a Eneas, después de que Apolo convence al troyano superpuesto a luchar contra Aquiles.En español la Odisea tuvo mejor suerte en la imprenta que la Ilíada, ya que la primera traducción (impresa) de la Ilíada en castellano data de fecha tan tardía como 1788 y fue realizada por el escritor y dramaturgo neoclásico Ignacio García Malo (Madrid: Imprenta de Pantaleón Aznar, 1788); la segunda fue en endecasílabos por el preceptista José Gómez Hermosilla (Madrid: Imprenta Real, 1831).Entre las del siglo XX, si se deja aparte la incompleta y libérrima de Alfonso Reyes Ochoa, pueden destacarse la fiel y rigurosa de Luis Segalá (Barcelona, 1908; revisada en Obras completas en Barcelona: Montaner y Simón, 1927), muy reimpresa;[16] la de Alejandro Bon, en prosa (Barcelona: Ediciones Populares Iberia, 1932); la José María Aguado (Madrid, 1935), que imita la épica medieval castellana en verso octosílabo y rima asonante (romance); las más recientes de Daniel Ruiz Bueno (Madrid, Hernando, 1956) en prosa rítmica; Fernando Gutiérrez,[17] en hexámetros castellanos (Barcelona, José Janés, 1953); Francisco Sanz Franco (Barcelona: Ediciones Avesta, 1971); Antonio López Eire (1989); Agustín García Calvo (Zamora: Lucina, 1.ª ed.En el siglo XXI se ha publicado la traducción de Óscar Martínez García (Madrid: Alianza Editorial, 2010).
Tetis, tras la cólera de Aquiles, suplica a Zeus para que este permita que los troyanos adquieran ventaja.
Jean-Auguste-Dominique Ingres
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Tetis
entrega a Aquiles la armadura fabricada por
Hefesto
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Hidria
ática de figuras negras,
ca.
575-550 a. C.
Los troyanos llevan el cuerpo de Héctor a la ciudad. Sarcófago romano en el
Louvre
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