De la Ilíada
Estos son movidos por un deseo de inmortalidad, que adopta distintas formas según el contexto histórico, pero a la vez, los seres humanos poseen la libertad suficiente para que les sean imputadas sus acciones.Héctor posee todo cuanto importa para ser feliz (honor, patria, mujer y descendencia), pero por eso mismo tiene mucho más a perder en la guerra y el precio a pagar por el recuerdo de su grandeza será muy alto.Este último, jefe de los mirmidones, se contrapone absolutamente a Héctor, pues encarna la cólera del guerrero para quien la guerra y la violencia son un fin en sí mismo, inseparables de la gloria que lo hará inmortal.Los versos de Homero no juzgan la guerra ni los personajes que en ella aparecen, sino que exponen su carácter autónomo y fatal, y por eso mismo constituyen un relato más veraz para las generaciones futuras.Ambos huyen de mezclarse con los suyos, ya que son pasionales como los humanos a la vez que poseen atributos divinos, pero uno preferiría la inmortalidad y la otra ser mortal para no ver morir a su hijo.Solo Príamo la disculpa y atribuye (en un acto de irreverencia, que no de impiedad) la culpa a los dioses, del mismo modo que solo Héctor la comprende y le concede su amistad.Según Bespaloff, en este personaje femenino encontramos una dimensión de la fuerza que es la belleza, o dicho de otro modo, la apariencia del Ser, que se consume a sí misma; mientras, la fuerza, en cambio, solo se degrada o intensifica en su uso, pero no desaparece.Asimismo, la importancia vital del hogar y la cotidianidad solo se revela en situaciones como las de guerra o exilio; hecho que la autora conoce por experiencia propia.Los olímpicos reparten arbitrariamente la fortuna entre los hombres y por eso no se les puede atribuir tampoco interioridad o “individualidad ética”, sino que además solo se vinculan a los humanos por un pacto de piedad a cambio de benevolencia.La historia, por la contrario, homogeneiza los acontecimientos y les extrae su vitalidad; solo“Los versos del poeta, los únicos verdaderamente inmortales, relataran […] la energía humana en la desgracia, la belleza del guerrero muerto, la gloria del héroe sacrificado, el canto del poeta en los tiempos futuros; todo aquello que, vencido por la fatalidad, sigue desafiándola y la supera.”[4]Tanto en la Ilíada como en Guerra y paz, encontramos un canto de la guerra, que no la juzga, sino que narra el sufrimiento que conlleva, haciendo emerger lo inexplicable que sobrevuela el campo de batalla: la unidad del ciclo eterno de creación y destrucción.Esta unidad del Todo causa, actúa i dirige al mismo tiempo el drama que acontece, pues hombre y natura se encuentran sometidos igualmente a la fuerza, cuyo valor supremo es la vida.Para Bespaloff, Homero muestra en la Ilíada, y especialmente en esta escena, la equivalencia entre bello y verdadero, cosa que expresa por voz de Príamo, quien padece a la vez que contempla la tragedia; es la voz de la “sabiduría homérica”.Bespaloff considera “textos sagrados” tanto la Ilíada como la Biblia, así como les concede a ambos una pretensión de exactitud que pretende contactar con lo verdadero en el plano de la realidad concreta, donde puede producirse el consuelo y la compresión.Hay también diferencias claras en los dos textos en lo relativo a la fuerza; para Homero se trata de algo homogéneo que coincide con el acontecer de las cosas distintas y por lo tanto es temporalmente indefinida, es decir, absoluto e inmortal.