La paideía se centraba en los elementos de la formación que harían del individuo una persona apta para ejercer sus deberes cívicos.
Por lo tanto, no incluía habilidades manuales o erudición en temas específicos, que eran considerados mecánicos e indignos de un ciudadano.
Las ciencias puras indicaban una disposición de ánimo objetiva y poco concernida con los asuntos mundanos, una cualidad deseable en un potencial legislador.
Las proezas gimnásticas confirmaban el dominio de sí y el carácter viril —también garantizado por el comportamiento en combate— que completaban el perfil aristocrático.
El concepto implicaba por tanto la construcción del hombre civil que vive y opera en la sociedad humana.