Por primera y única vez en su historia, Japón fue ocupada por una potencia extranjera durante siete años.
La ocupación estadounidense llevó a cabo amplias reformas y, en 1952, Japón se convirtió en una nación soberana una vez más.
Se podría añadir a estas tres eras la etapa en que la democracia Taishō declinó y cayó, así como la etapa en la cual Japón luchó la Segunda Guerra Chino-japonesa y las guerras del Pacífico, aunque estas últimas pueden considerarse parte del período militarista.
Este proyecto de ley concedió a todos los varones mayores de 25 años el derecho a voto, siempre que hubieran vivido por lo menos un año en sus distritos electorales y que no fueran personas sin hogar.
Ya con la ascensión del emperador Showa, y sumado a ello el cada vez más creciente aumento de la influencia de la camarilla militarista, se empieza a desencadenar la retórica nacionalista amparada en los consorcios empresariales aliados con el ejército (Zaibatsu).
Sin embargo, los Zaibatsu cobrarían una enorme importancia en estos años, siendo el principal motor económico del ascenso de la influencia militarista en los sucesivos gabinetes.
En este periodo de tiempo sería crucial las influencias del fascismo europeo, traídas por el intelectual Ikki Kitta, quien estuvo marcadamente orientado por las sociedades secretas nacionalistas existentes, como lo fue la Genyōsha y la Sociedad Kokkuryukai quienes estarían fuertemente inspiradas en los principios del Bushido, así como la propia tradición religiosa construida desde el Shinto estatal establecido durante la Era Meiji.
Otros ideólogos como Shumei Okawa y el barón Sadao Araki hablaban directamente del hecho ineludible de una Confrontacíón entre Japón y los valores occidentales,[5] dada la incompatibilidad de la visión occidental frente a lo que representaba "ser japonés".
Entre las personas a asesinar estaba el príncipe Saionji Kinmochi, último sobreviviente de la ya casi extinta aristocracia Meiji, el guardián del sello privado quien era el vizconde Makoto Saito, el almirante Keisuke Okada, quien era en ese momento el primer ministro, así como diferentes ministros de su gabinete.
Así mismo en el interior de Japón se va readaptando y reajustando los principios del fascismo europeo, pero adaptados a las particularidades japonesas.
Sin embargo, debido a serias diferencias entre las autoridades de ocupación y el gabinete imperial presenta su renuncia en octubre del 1945.
Es el gabinete del barón Kijuro Shidehara quien inicia todo el proceso de rendición y colaboración con las fuerzas armadas ocupantes.
Sin embargo, oficiales del ejército, miembros de la nobleza y las principales cabezas del Taisai Yokusankai fueron juzgados en los juicios de Tokio, siendo algunos encarcelados en la prisión de Sugano o en su defecto, ejecutados; sin embargo algunos eludirían la ejecución por medio del suicidio, siendo el príncipe Fumimaro Konoe y el general Hideki Tojo quienes tomaron esta alternativa, aunque este último fallaría en su intento.
[9][8] Obviamente, los primeros años estuvieron marcados con una profunda carestía de bienes y productos básicos, sumado a una inflación galopante del Yen con respecto al Dólar, lo cual obligó a tomar medidas económicas urgentes para frenar estos efectos.
Ello tendría fatídicas consecuencias con el asesinato del político socialista Inejiro Asanuma durante un mitin público a manos de un estudiante radicalizado, Otoya Yamaguchi.
Esta época destacaría por la poderosa influencia financiera del sector inmobiliario y un boom sin precedentes en la urbanización de grandes ciudades.
La era Showa fue decisiva en el aspecto cultural, consolidando el proceso occidentalizador que había iniciado en las eras Meiji y Taisho.
La influencia occidental fue fuerte en la estética, la arquitectura, la gastronomía, la literatura y otras expresiones culturales que fueron surgiendo a través de los años.
Véase Enka, Kayokyoku y City pop Las expresiones musicales evolucionaron durante la posguerra, adaptando o reinterpretando los ritmos occidentales al gusto de la sociedad japonesa.
Otras influencias que marcaron fuertemente la escena musical japonesa estuvieron originadas a partir del rock, el cual se fue volviendo cada vez más popular y aun en especial con el concierto de los Beatles en el Nippon Budokan, en medio de una gigantesca controversia.
Algunos ejemplos fueron Mariya Takeuchi, Tatsuro Yamashita, Miki Matsubara, Junko Ohashi, Taeko Ohnuki, Meiko Nakahara y otros tantos artistas más que surgieron en los últimos años de la era Showa,[16] en plena burbuja inmobiliaria.
En cuanto a la literatura surgió una disyuntiva entre seguir los valores tradicionales de la sociedad japonesa o abrazar plenamente las influencias de la literatura occidental, que se habían consolidado durante las eras Meiji y Taisho con varios exponentes como Natsume Soseki.
Sin embargo, los años de posguerra serían cruciales en la escena literaria debido a la extremas condiciones de carestía y el profundo pesimismo reinante que se expresó en una frase muy representativa "shikata ga nai" o traducido como "no hay remedio".