Irónicamente, el gobierno ayudó a perpetuar las distinciones sociales, creando nuevas clases: Los antiguos daimio pasaron a ser nobleza hereditaria (華族 kazoku), los samuráis se convirtieron en pequeña nobleza o alta burguesía, y todos los demás se convirtieron en plebeyos.
Muchos antiguos samuráis buscaron nuevas formas de ganarse la vida, y se convirtieron en burócratas, profesores, oficiales del ejército o la policía, periodistas, estudiantes, colonos en las zonas nortes de Japón, banqueros y empresarios.
Estas nuevas vías de ingresos aliviaron un poco las tensiones entre el gobierno y la antigua clase samurái, ya que algunos prosperaron inmensamente.
Sin embargo, muchos otros no tuvieron tanta suerte, y fueron un significativo grupo opositor durante los años siguientes.
Sin embargo, los samurái del dominio Satsuma eran numerosos, y tenían una larga tradición de oposición a la autoridad central.
Ambos bandos lucharon con todas sus fuerzas, pero un ejército más moderno y una mejor financiación del Gobierno acabaron con la revuelta Satsuma.