El socialismo árabe llegó a implementarse principalmente en Egipto, Argelia, Siria, Libia, Irak, Yemen del Sur y en alguna medida en los Territorios Palestinos cuando gobernaba Fatah, aunque dichos movimientos han sido variopintos.
De esta forma, tras su independencia política los países árabes mantendrán una dependencia económica, técnica y cultural casi total con respecto a las antiguas metrópolis.
La Guerra Fría supuso un reparto del mundo entre las dos superpotencias de la época: los Estados Unidos y la Unión Soviética.
En muchos casos, las fronteras fueron trazadas de manera arbitraria y artificial por las potencias coloniales durante el siglo XIX o con el desmembramiento del Imperio Otomano tras la Primera Guerra Mundial.
Muchos de estos nuevos Estados englobaban grupos tribales históricamente rivales entre sí, por lo que líderes como Gadafi se vieron obligados a pactar con ellos para mantener el poder.
Por otra parte, la importancia geoestratégica de Oriente Medio (cruce de caminos entre Europa, África y Asia) y el control del petróleo (la región posee las mayores riquezas petroleras del mundo) son razones clave para entender las luchas entre ambas superpotencias en la región.
Las manifestaciones económicas más notables del socialismo árabe fueron la reforma agraria de Egipto llevada a cabo en 1952, en Siria en 1963 y en Irak en 1970.
Tuvieron mayor éxito en Irak, posiblemente debido a la enorme riqueza petrolera del país, hasta el comienzo de la guerra con Irán en 1980.
La independencia del país llega en 1922, si bien el Reino de Egipto continuó siendo un Estado títere, en el que el poder lo ejercía realmente el Alto Comisariado británico.
En 1956 nacionaliza el canal de Suez, lo que provoca la intervención militar del Reino Unido, Francia e Israel.
La URSS se sitúa a favor de Egipto, ofreciéndole ayuda política, militar y económica.
En esta etapa se estrecha la alianza con la URSS, simbolizada en la inauguración del gran embalse de Asuán en 1967 por Nasser y Jruschov.
Fue sucedido por el impopular Anwar el Sadat, que daría un giro radical en la política exterior del país, acercándose a Israel y Estados Unidos.
Con ello, Egipto recuperaría la soberanía sobre la península del Sinaí, pero perdería casi la totalidad de relaciones con el mundo árabe.
Combinó las buenas relaciones tanto con Estados Unidos como con la Unión Soviética, pero se distanció totalmente de las políticas nasseristas.
Además, en el momento de la independencia se hallaba dividida en departamentos, al igual que la propia Francia.
Ben Bella procedió a nacionalizar las empresas, proyectó una reforma agraria y buscó la igualdad de la mujer.
En el plano internacional se potenciaron las relaciones con países comunistas como Cuba, Yugoslavia, la República Popular China y la URSS.
La contribución de las mujeres argelinas durante la lucha anticolonialista no se ha traducido en una igualdad con respecto al hombre.
Todo ello, unido a una firme oposición y hostilidad hacia Israel, han convertido a Siria en un Estado enemigo de Estados Unidos, que de hecho fue incluido junto con Libia y Cuba como “más allá del eje del Mal”.
Presionado por la OTAN y Estados Unidos, tuvo que retirar en parte su apoyo a organizaciones políticas de lucha por la liberación nacional del imperialismo estadounidense.
Las rivalidades interétnicas, unido a las divergencias entre facciones internas del PSY, llevarían al país en una guerra civil en 1986.
Para esa fecha numerosas políticas del socialismo árabe aún no generaban grandes resultados en favor de los países implicados.
Nasser dio el derecho al voto femenino en Egipto en 1954, mientras en la democrática Suiza no se consiguió hasta 1971.
Respecto al sistema jurídico implantado por el socialismo árabe, en países como Egipto, Argelia, Siria e Irak es un híbrido entre el derecho islámico y el europeo.
La oscilación entre tradición y modernidad, una constante en la historia del Islam, se ha manifestado en el seno de estos países.
En Siria, la Constitución de 1973 establece como principios nacionales el socialismo, la libertad, la justicia económica, la unidad árabe y el islam.
Mientras que la configuración de Occidente ha estado marcada por la herencia grecolatina y cristiana, el mundo árabe ha surgido únicamente a través del Corán.
Las palabras de Mahoma convirtieron en un siglo a unos hombres del desierto en una civilización que se extendía desde Portugal hasta la India.
Occidente ha creado un modelo político laico, donde el Estado tiene unos fundamentos de poder que no se fundan en la religión.