Sinfonía n.º 6 (Bruckner)

De hecho, dicha tetralogía ocupó a Bruckner una década entera, dedicándose a escribir obras de gran formato en tonalidades mayores, hecho notable si se advierte que las sinfonías anteriores lo fueron en tonalidades menores.

Tal vez por eso algunos críticos le han encasquetado el sobrenombre de Filosófica.

Más específicamente, la amplificación de la exposición del primer movimiento se nutre tanto del tema principal como de dos subsidiarios que se desarrollan en este momento; una técnica exclusivamente bruckneriana.

Este ritmo domina la mayor parte del tiempo en la Cuarta y es prácticamente inexistente en la Quinta; en la Sexta se convierte en una fuerza impulsora: las complejidades métricas generadas por lo único de su distribución rítmica son más pronunciadas en el primer movimiento de la Sexta que en cualquier otra sinfonía bruckneriana.

Como en otras obras sinfónicas, no existen indicaciones de extremo virtuosismo aparente.

El primer movimiento, Majestoso, está escrito en la tonalidad de la mayor, en compás alla breve y sigue claramente la forma sonata.

Bruckner titula este movimiento como «Majestoso», no con el habitual Maestoso, probablemente debido a que lo quiso derivar del latino maiestas, -atis, «poder soberano».

En ese ambiente misterioso se escucha el intenso tema principal, paráfrasis del tema inicial de la Sinfonía n.º 4, en las cuerdas graves, por debajo del ritmo bruckneriano de los violines.

La tonalidad es la mayor en el momento de oírse el primer tema; no obstante, el misterio se intensifica con la aparición en la línea melódica de notas muy alejadas del reino del la mayor, a saber: sol, si bemol y fa, inflexiones napolitanas que producirán efectos de grandes proporciones más adelante.

El primer tema de este grupo es una confiada melodía en los violines, en la cual Bruckner emplea ritmos mezclados.

El desarrollo es más breve y menos complejo que en otros movimientos sinfónicos brucknerianos.

A pesar de ello, juega un papel sustancial en toda la estructura armónica del movimiento.

El movimiento termina con una exultante afirmación del tema principal y una potente cadencia plagal.

Simpson señala que las frecuentes inflexiones napolitanas se amplifican aquí, iniciándose con si bemol y fa en la línea melódica principal, lo cual sitúa el movimiento de forma natural en la tonalidad de fa mayor pese a que la ambigüedad tonal del inicio sugiere si bemol menor.

Es más lento de lo habitual y la tensión característica que a menudo se asocia a los Scherzi brucknerianos se ve aquí velada y mitigada, aunque tampoco falten momentos de brillantez.

El Scherzo vuelve otra vez en su totalidad, completando así una gran estructura ternaria.

Bewegt, doch nicht zu schnell (En movimiento, pero no demasiado rápido), retoma la tonalidad inicial, el compás alla breve y la forma sonata.

Watson describió el Finale como una enfática y orgánica afirmación del la mayor frente a sus relativos napolitanos.

Las trompas y trompetas interrumpen con súbitos estallidos en la mayor (compás 22), pero el tema no se deja intimidar; cuatro compases más tarde de la siguiente interrupción, los metales consiguen afianzar la tonalidad de la mayor.

Mientras Bruckner la consideraba «su sinfonía más atrevida», el resto del mundo musical no la tenía precisamente en gran estima.

Pero sin duda, el crítico más feroz de Bruckner fue Eduard Hanslick.

Carl Hruby escribió que Bruckner dijo una vez que si pudiera hablar con Beethoven acerca de las malas críticas, Beethoven le diría: «Mi querido Bruckner, no debe preocuparse lo más mínimo por eso.

Sus temas son excepcionalmente bellos, sus armonías contienen momentos audaces y al mismo tiempo sutiles, su orquestación es la más imaginativa que Bruckner ideó jamás y muestra un dominio tal de las formas clásicas que llegó a impresionar a Brahms.

Bruckner en 1873.