Ajena a la ocupación mongola, se convirtió en el principal centro artístico del país antes de ser suplantada por Moscú.
Su mirar fijo y penetrante establecía un contacto directo con el espectador, logrando una expresión más soñadora, indirecta e introspectiva.
En el siglo XII también se formaron otras escuelas regionales en Vladímir, Súzdal, Yaroslavl y Pskov (abadía de Mirozhski, ligadas a la tradición bizantina.
[5] La escuela de Moscú se vio impulsada, junto con otros maestros locales, por Teófano el Griego (h. 1330-h.1410), formado en Constantinopla.
[10][11] Rubliov, nacido hacia el año 1360 y muerto en Moscú h. 1430, es un artista de cuya vida poco se sabe.
Fechado en torno al año 1430, se considera que es el más importante icono bizantino de la escuela rusa.
El ángel del centro, con túnica roja, se cree que representa a Cristo con un árbol al fondo.
Entre los artistas extranjeros que viajaron a Rusia en el siglo XVIII estuvieron Jean-Baptiste Perronneau, Jean-Baptiste Le Prince, Stefano Torelli, Heinrich Buchholz, Johann Baptist von Lampi, el Viejo, Pietro Rotari, Jean-Louis Voille, Louis Caravaque y Élisabeth Vigée-Le Brun, quien después del arresto de la familia real francesa durante la Revolución huyó del país con su hija menor Julie.
[25][26][27] El primer pintor educado totalmente fuera de Rusia fue Andréi Matvéyev, que estudió en Flandes y en los Países Bajos durante once años.
Otros pintores de la misma generación fueron: Alekséi Belski, Iván Argunov, Semión Shchedrin y Antón Losenko.
Prefirió retratos intimistas de caracterización psicológica, paisajes mediterráneos idílicos que los artistas academicistas conocen al viajar por Italia o escenas históricas dramáticas.
Otros nombres de transición del neoclasicismo al romanticismo son Maksím Vorobiov, Vasili Tropinin, Orest Kiprenski y Alekséi Venetsiánov.
Estas circunstancias hicieron que la vida de las clases inferiores fuera un tema aceptable para el «gran arte».
Era un arte que empezaba a estar desfasado, aunque hubo maestros de talento entre sus filas, como Aleksandr Litóvchenko.
Académicos extranjeros visitantes como Franz Xaver Winterhalter y Carl Timoleon von Neff dejaron en Rusia algunas de sus mejores obras, especialmente en el campo del retrato.
El más destacado de los Ambulantes fue Iliá Repin (1844-1930), a quien se atribuye la introducción del realismo en la pintura rusa.
Así, artistas como Konstantín Bogaevski, Nikolái Krýmov, Víktor Borísov-Musátov, Piotr Subbotin-Permiak, Natalia Nésterova, Vasili Denísov, Konstantín Korovin, Mijaíl Nésterov y Abram Arjípov crearon un puente entre la figuración académica y las artes visuales modernas, incluyendo importantes cambios en la técnica pictórica.
Pero en torno al año 1910 su obra se hizo cada vez más abstracta, combinando simplemente formas y colores, de manera geométrica.
En los años treinta, bajo las teorías artísticas de estalinismo dejó la abstracción y se orientó hacia lo figurativo.
El cubismo está representado por Aleksándr Archipenko (Kiev, 1887- Nueva York, 1964), quien inventó la «archipintura», pinturas móviles; desde los años veinte vivió y trabajó en los Estados Unidos.
El gran público no recibió con facilidad estas obras, acostumbrado como estaba al arte académico y a un modernismo moderado.
En 1928 todas las instituciones culturales independientes fueron cerradas, Lunacharski fue destituido y se inició la elaboración de un nuevo programa oficial para la cultura rusa.
[46] Aunque tras la muerte de Stalin se atenuó el rigor, incluso en los setenta podía, sin previo aviso, clausurarse una exposición y destruirse las obras expuestas.
No había lugar a las obras experimentales, que se proscribían por ser consideradas decadentes, obscenas, vulgares, formalistas, pesimistas o degeneradas, y por lo tanto, desde el principio, anticomunistas.
[49] No obstante, parte de este arte alcanzó un alto nivel, tanto estético como ético y técnico.
Pero esta nueva atmósfera de libertad no logró grandes avances, y el realismo socialista siguió siendo la directriz principal en pintura.
Los artistas disidentes, que fueron conocidos como los inconformistas, siguieron trabajando en gran medida en la oscuridad y el aislamiento, aunque en ese momento se sintieron unidos en torno de un propósito común.
Pero tenía un objetivo común: desmitificar el idealismo artificial y autoritario del arte estatal, que no reflejaba la realidad como pretendía.
Se abrió definitivamente Rusia a los avances del arte occidental contemporáneo y hubo una rápida expansión en el panorama de la pintura rusa, un fenómeno que continúa hasta hoy en día.
Los artistas primitivos, anónimos, que estaban fuera de las escuelas estatales, repetían modelos formales precedentes, usando técnicas tradicionales.