Desde entonces, numerosas revisiones y puestas en escena mantuvieron fresca esta subestimada obra, de modo que a mediados de los años 40 del siglo XX empezó a ser ampliamente reconocida como paradigma del ballet.
Bailarines tan geniales como Anna Pávlova y Rudolf Nuréyev han dejado su huella en esta duradera obra maestra.
Los orígenes del ballet El lago de los cisnes son bastante oscuros y, como hay muy pocos registros concernientes a la primera producción de la obra que hayan sobrevivido, solamente cabe especular sobre quién fue el autor del libreto original.
El primer libreto publicado del ballet y la música compuesta por Chaikovski no se corresponden en muchas partes.
De ello se puede inferir que el auténtico primer libreto publicado posiblemente fue elaborado a mano por un escritor del periódico quien había visto los ensayos iniciales.
Aunque se pidió a los dos artistas que colaborasen, cada uno pareció preferir trabajar tan independiente del otro como fuera posible.
[9] Desde comienzos del siglo XIX hasta principios de la década de 1890, las partituras para ballets casi siempre eran escritas por compositores conocidos como "especialistas": compositores que eran muy hábiles en anotar la música ligera, decorativa, melodiosa y rítmicamente clara que estaba en ese momento en boga para el ballet.
En primer lugar, creó partituras de los tres primeros números del ballet, luego la orquestación durante el otoño e invierno y todavía estaba luchando con la instrumentación en la primavera.
Pronto Reisinger empezó a dejar de lado ciertos números que calificó como "no aptos para el ballet".
Karpakova probablemente también bailó la parte de Odile, aunque no se sabe con certeza.
El estreno no fue bien recibido, obteniendo una crítica casi unánime acerca de los bailarines, orquesta y escenografía.
En el ballet del siglo XIX era una práctica habitual que una bailarina solicitase un pas o variación suplementarios y a menudo estas danzas "hechas a medida" se convertían literalmente en propiedad legal de la bailarina para la que fueron compuestas.
A la luz de esto, Chaikovski aceptó componer un pas cuyos ritmos y acentos se corresponderían con la música de Minkus hasta tal punto que ni siquiera requeriría que la bailarina lo ensayase.
Tuvo una acogida bastante mejor que el original, aunque no llegó a ser un gran éxito.
Aún no es seguro que Chaikovski fuese a revisar la música de este montaje.
El público gritó deslumbrado demandando un bis y la bailarina repitió su variación esta vez realizando veintiocho fouettés en tournant.
El montaje logró un gran éxito protagonizado por Lew Christensen como Sigfrido, Jacqueline Martin como Odette y Janet Reed como Odile.
El libreto se basa en un cuento Der geraubte Schleier (El velo robado),[17] del escritor alemán Johann Karl August Musäus, aunque esta historia solo proporciona las líneas generales de la trama del ballet.
Los contemporáneos de Chaikovski recordaban que el compositor tenía gran interés en la historia de la vida del rey Luis II de Baviera, cuya trágica vida supuestamente había estado marcada por el signo del cisne y que conscientemente o no fue elegido como el prototipo del soñador príncipe Sigfrido.
Solo se incluye en algunas versiones, esta escena, acompañada por la Obertura muestra la transformación real por la que la princesa Odette es convertida por primera vez en un cisne blanco por el malvado brujo Rothbart.
El príncipe Sigfrido celebra su vigésimo primer cumpleaños con su tutor, amigos y campesinos en uno de los jardines del palacio.
Al principio ella está aterrorizada por Sigfrido, pero él promete no hacerle daño.
Entonces ella le cuenta que es la princesa Odette, la reina cisne, que ella y sus compañeras y amigas son víctimas de un terrible hechizo lanzado por Rothbart, el malvado brujo con forma de búho.
El conjuro solo puede romperse si alguien que nunca ha amado antes jura amar a Odette siempre.
Entra la reina madre junto a Sigfrido y el maestro de ceremonias da comienzo al festejo.
Pero Sigfrido permanece ajeno y proclama ante el tribunal que tiene la intención de hacer su esposa a Odile, convertida en Odette.
La reina madre acepta y Sigfrido le jura a Odile, convertida en Odette, amor eterno.
A las orillas del lago las jóvenes-cisnes esperan tristemente la llegada de su reina Odette.
Sigfrido elige morir junto a Odette, así que los dos enamorados se suicidan lanzándose al lago.
Al amanecer se ve aparecer sobre el lago los espíritus de Odette y Sigfrido ya juntos para siempre subiendo a las regiones celestiales.