Fue la influencia materna lo que llevó a Marius al estudio de la danza y del violín desde su niñez.
Los violentos enfrentamientos callejeros que siguieron provocaron el cierre de todos los teatros durante un tiempo y, en consecuencia, Jean Petipa se quedó sin trabajo.
Durante su estancia en Burdeos, Marius completó su formación de ballet con el gran Auguste Vestris.
Durante su estancia en Nantes, el joven Petipa empezó a probar suerte en la coreografía creando varios ballets en un acto y divertimentos.
Su primera actuación con esta compañía fue una función benéfica para la actriz Rachel, en la que formó pareja con la legendaria bailarina Carlotta Grisi.
Allí siguió estudiando con el gran Vestris, mientras bailaba los papeles principales de ballets como La Fille Mal Gardée, La Péri y Giselle.
Durante su estancia en Burdeos, Petipa comenzó a montar sus propias producciones originales de larga duración.
En lugar de acudir a su fatídica cita, Petipa abandonó España para no volver jamás.
Así, Marius Petipa se encontró en San Petersburgo a finales de ese mismo año.
Casi una década después, en 1847, tras haber pasado una temporada en París, decidió volver a San Petersburgo, donde trabajó durante 60 años.
En 1858, fue nombrado maestro de baile del Ballet Imperial ruso, cargo ocupado hasta entonces por Jules Perrot y con este nombramiento se inició su época más productiva.
Intentó conservar y enriquecer la herencia romántica, llevando la tradición a sus más altos niveles.
Así pues, Petipa unió la tradición de la velocidad italiana con la herencia del elaborado adagio francés.
Los estudios de Marius Petipa con el maestro Auguste Vestris fueron de gran importancia para que desarrollara sus grandes habilidades; tanto así que logró una técnica muy luminosa y esto le dio paso para poder entrar como primer bailarín en la Escuela Imperial.
Durante sus 63 años en Rusia, Petipa creó 46 ballets completos y numerosas piezas breves, y a partir de 1934 la pedagoga rusa Agripina Vaganova desarrolló en la escuela que hoy lleva su nombre un método de enseñanza destinado a preservar la forma de bailar adecuada para ejecutar con éxito todo este repertorio que hoy está presente en todo el mundo.
Otra característica de esta danza se debe a su coreografía que se compone de dos pasos al lado, cerrar los pies, soltar y atraer a la pareja, así como girar en pareja.
En los pasos de mazurca, el tercer tiempo corresponde con una elevación del cuerpo, que se puede obtener con un pequeño salto (estilo popular, cuando el ritmo es rápido y la música muy marcada) o una elevación apenas visible del talón (ritmo lento y sensual).
Por su parte, los solistas ejecutaban en sus variaciones diagonales y círculos que contenían los pasos más difíciles de la técnica académica.
Tras la Revolución Rusa de 1917, el régisseur del Ballet Imperial, Nicholas Sergeyev, abandonó Rusia con las anotaciones en la mano.