Gustav Stresemann formó parte de varias corporaciones estudiantiles (Burschenschaften), como Neo Germania en Berlín,[10] Suevia en Leipzig, Normannia en Heidelberg y Palatia en Tubinga.
Tras perder su escaño en el Reichstag, Stresemann emprendió varios viajes a Estados Unidos y Canadá.
Estos viajes le permitieron comprender los mecanismos de producción que pondría en marcha más adelante en Alemania.
[26] Cuando se proclamó la República de Weimar, el movimiento liberal en Alemania estaba profundamente dividido.
La república se enfrentó igualmente al levantamiento espartaquista de Berlín, que repelió enviando el ejército y poniéndose a los comunistas en contra.
El partido no se apoyaba exclusivamente en los industriales, ya que contaba también en sus filas con profesores, abogados o altos funcionarios.
Ese mismo año comenzaron sus problemas de salud, que le afectaron a los riñones[33] y terminaron provocándole un ataque cardíaco.
[34] La salvaguarda y la garantía de los intereses alemanes no podían alcanzarse sin considerar la situación internacional del momento.
[39] Felix Hirsch[31] menciona las dos mayores dificultades que Stresemann hubo de afrontar en cuanto a su partido.
[40] Aunque Stresemann tenía que hacer frente a estas dificultades, se ancló en la vida política.
El canciller Wilhelm Cuno decretó la resistencia pasiva, produciéndose un auge del sentimiento nacional.
La resistencia pasiva suponía un coste enorme (salarios y seguros sociales, por ejemplo, se abonaban a cargo de las finanzas públicas) e hizo caer el valor del marco.
Poincaré no puso freno a estos separatismos, que según él garantizaban la paz.
Stresemann y su Gobierno solicitaron plenos poderes para poder ejecutar su política sin el Parlamento: «El Gobierno del Reich tiene necesidad de una ley de plenos poderes para tomar en las áreas financiera, social y económica las medidas necesarias que salvaguarden la economía».
Stresemann se encontraba en una situación muy incómoda porque los ministros del SPD abandonaron su Gobierno, provocando la ruptura de la coalición.
Von Seeckt proyectó establecer una «dictadura legal»[57] para paliar la crisis, algo que Stresemann rechazó.
[63] Esta nueva moneda ya no garantizaba su valor en oro, como lo hacía el Reichsmark, sino sobre la producción agrícola e industrial.
Aunque combatió la inflación y preservó la unidad del país, Stresemann fue obligado a abandonar el poder.
El presidente Ebert declaró entonces: «Lo que os empuja a derrocar al canciller será olvidado en seis semanas, pero sentiréis las consecuencias de vuestra tontería diez años».
Al terminar la Primera Guerra Mundial, se negó a admitir cualquier responsabilidad alemana y se propagó la «leyenda de la puñalada por la espalda» (Dolchstoßlegende), según la cual el ejército alemán aún podría haber seguido combatiendo sin una rendición que había sido resultado de la traición interna.
Incluso cuando las relaciones internacionales eran distendidas, Stresemann no vacilaba en abordar el tema de la responsabilidad en la guerra.
Bajo su mano formadora, la materia seca se transformaba en una imagen totalmente diferente y tal vez mucho más viva».
[75] Las elecciones federales de 1924 dieron la oportunidad a los partidos extremistas y al Partido Nacional del Pueblo Alemán (DNVP) de promover una campaña contra el plan Dawes, algo que Stresemann, cada vez más enfermo, combatió.
Aristide Briand, ministro de Asuntos Exteriores francés, entabló amistad con Stresemann, haciendo progresar el acercamiento franco-alemán.
[91] Stresemann abordó igualmente la cuestión de Eupen y Malmedy, algo a lo que Briand no se opuso.
El ejecutivo francés estimó que Briand había hecho concesiones demasiado grandes y Stresemann no fue apoyado por Hans Luther.
Briand rechazó incluso la iniciativa de Thoiry ante Stresemann para salvar la cara ante Poincaré,[94] que el canciller alemán veía como principal obstáculo a su política.
La delegación viajó a París y Stresemann fue recibido incluso por Poincaré, lo que hubiera sido impensable algunos años antes.
Poco antes de morir, Stresemann había dicho al diplomático Albert Bruce Lockhart: «Si los Aliados hubieran venido a verme una sola vez, habría tenido al pueblo detrás de mí y sí, todavía hoy podría hacerlo.
Lo «esencial», escribía Stresemann,[103] «es la liberación de nuestro suelo [...]; hace falta primeramente que nuestros estranguladores aflojen su apresamiento; por eso la política alemana deberá comenzar por seguir la fórmula que Metternich, creo, adoptó en Austria después de 1809: engañar y a la vez eludir las grandes decisiones».