[6] A finales del siglo XIV el arzobispo Gonzalo de Mena y Roelas entregó la ermita de las Cuevas a los franciscanos, que comenzaron las gestiones para fundar un monasterio en este lugar.
El arzobispo entregó al fraile regidor, Juan Fernández, fondos para los primeros gastos y la compra de algunos terrenos.
Ese año el arzobispo murió sin testamento y sus bienes pasaron a la curia romana.
La fundación fue aprobada en 1404 por Benedicto XIII, que le donó 5 000 doblas de oro y ornamentos eclesiásticos.
[10] Ese mismo año el papa donó a este monasterio 1000 florines.
[10] En 1410 el cabildo de la ciudad le dio al monasterio 3.000 maravedíes como limosna.
El emperador visitó este monasterio y donó su altar portátil, que estuvo en la sacristía.
En la iglesia leyó los epitafios de los Ribera y se cantó un solemne Te Deum.
[15] Benito Arias Montano, erudito del siglo XVI, estuvo muy unido a este monasterio, donde tuvo varios retiros religiosos.
[16] Entre 1575 y 1576 santa Teresa de Ávila visitó este monasterio en varias ocasiones.
Por petición de Teresa, se edificó una capilla a Santa Ana en dicha huerta.
[17] La cercanía del inmueble al río hizo que padeciera las riadas de 1485, 1595, 1603, 1626 y 1784.
En esa fue donde Felipe II residió cuando visitó el monasterio, donde pintaron cuadros Francisco de Zurbarán y Francisco Pacheco y donde el entallador Pedro Duque Cornejo realizó algunas obras.
Probablemente allí fue también donde Colón residió durante las largas temporadas que pasaba en Sevilla.
No obstante, el barco fue interceptado en Sanlúcar de Barrameda por los franceses, que requisaron todo su contenido.
Se creó un doble foso alrededor del edificio, con un puente levadizo en la puerta que daba al río.
[22] Entre los visitantes destacados, sobresale Cristóbal Colón (y su familia) que era amigo íntimo de fray Gaspar Gorricio (albacea testamentario y consejero espiritual de sus hijos), del que recibió apoyo mientras se encontraba en Sevilla preparando sus expediciones al Nuevo Mundo.
[26] Otra amistad suya en el monasterio hispalense fue Rodrigo de Marchena, hijo del alcalde mayor, y que probablemente era familiar del fraile de la Rábida Antonio Marchena.
[27] Antonio Marchena, junto con Juan Pérez, ayudaron enormemente a Colón para la consecución de sus objetivos.
Le indicaba la necesidad de que fueran a las tierras descubiertas frailes benitos, jerónimos, cartujos y otros para predicar.
Su cadáver fue trasladado al monasterio junto con el de su padre y su tío.
Gracias a estos restos se ha podido demostrar donde estaban los del almirante.
Pickman adquirió todo el monasterio en 1838 con excepción de las huertas Grande, Vieja y del Compás, que fueron arrendadas a otros.
En el siglo XIX se colocaron hornos con chimeneas en forma de botella.
[43] Fue declarado Monumento Nacional en 1964 y en 1982 fue expropiado por el Ministerio de Obras Públicas.
El escudo heráldico tiene un capelo cardenalicio y cinco soles de oro sobre fondo azul.
Los muros contaban con un zócalo de azulejos del siglo XVI atribuido a Alonso García que, a finales del siglo XX, fue desmontado y guardado en el almacén.
El refectorio fue ampliado en 1588 y, en esta ampliación, se pusieron paneles cerámicos en sus muros.
Esta figura fue sustituida por otra de la misma santa, realizada por Pedro Duque Cornejo en 1751.
[67] En la iglesia estuvieron los sepulcros de la familia Ribera, principal benefactora del monasterio, realizados en el siglo XVI.