Baltasar Gracián

Todo ello le ha valido a Gracián ser considerado un precursor del existencialismo y de la postmodernidad.Parece ser que fue un periodo grato, pero pocos años más tarde tuvo graves enfrentamientos con los jesuitas de Valencia, adonde fue trasladado en 1630.En 1633 viajó a Gandía para enseñar Filosofía en el colegio jesuita de la villa y se renovaron las enemistades con sus antiguos correligionarios valencianos.No obstante, su estadía en la Corte fue desalentadora, pues, aunque aspiró a medrar entre la república literaria de la capital, sus ambiciones se saldaron con un franco desengaño.Al calor de la magnífica biblioteca del hospital, preparó una nueva obra, El Discreto (1646), que verá la luz en Huesca.Quizá para contribuir a su descargo publicó, por primera vez con su auténtico nombre, El Comulgatorio (1655), un libro acerca de la preparación para la Eucaristía.[8]​ Se expresa en las trescientas máximas incluidas en el Oráculo manual y arte de prudencia (1647).Pero lo caracterizan peculiarmente tres recursos: la agudeza, la alegoría (especialmente la prosopopeya o personificación) y el humor.El último libro que publicaría, quizá por hacer una concesión a los oficios propios de la orden jesuita, que no veía con buenos ojos su abordar la lucha por la vida siempre al margen de auxilio cristiano, fue El Comulgatorio.La teoría sobre el concepto que aborda en esta obra ilumina la producción literaria contemporánea a Gracián.La admiración que por ella mostró Arthur Schopenhauer le llevó a traducirla al alemán y su versión fue la más difundida del Oráculo en esta lengua.En 1992, permaneció dieciocho semanas (dos en primera posición) en la lista de los más vendidos del Washington Post en el apartado Nonfiction/General.Pero se le opone la prudencia, pues no hay normas ciertas y universales para la conducta del hombre.Además ejemplifica con escritores no solo del barroco español, sino de todos los tiempos.La obra podría verse, desde el punto de vista del género empleado, como una gran epopeya moral: fábula menipea la llamó Fernando Lázaro Carreter.Pronto se abandona, con ello, una tenue intriga para demorarse en sucesivos cuadros alegóricos que dan cauce a la reflexión filosófica partiendo de una óptica satírica del mundo.[23]​ La misma tesis recoge Ricardo Senabre,[24]​ que señala también la existencia de principios estructurales basados sobre todo en la antítesis.[26]​ Se trata de una mirada amarga y desolada, aunque su pesimismo alberga una esperanza en los dos virtuosos protagonistas, que consiguen escapar a la mediocridad reinante alcanzando la fama eterna.Ello no significa, sin embargo, que el suyo sea un estilo llano, al modo de Cervantes.La concisión sintáctica, además, obliga frecuentemente a suponer elementos elididos, ya sean palabras con significado léxico o conectores lógicos.La concisión expresiva se manifiesta en la frecuente deixis de elementos con función anafórica que aparecen sobreentendidos por el contexto lingüístico que lo antecede o porque (como en el caso frecuente de los nexos) la relación lógica se da por supuesta y delegada a la inteligencia del lector.La riqueza semántica, casi siempre polisémica, ofrece en Gracián la mayor intensidad que se había dado hasta entonces en la literatura española.Nunca bastará con el principal significado denotativo, sino que se han de buscar todas las acepciones simultáneas.La dilogía, la ambivalencia semántica, los dobles y hasta triples sentidos son constantes en el quehacer de Gracián.No para crear ambigüedad, sino para ofrecer todas las posibilidades de conocimiento y percepción del mundo.[30]​ Por otro lado Gracián usa constantemente la antítesis, el contraste, la paradoja, reforzándolos en sintagmas y oraciones de estructura bimembre, que se oponen entre sí.El mismo retruécano sirve a menudo a la expresión del contraste: el hombre «no come ya para vivir, sino que vive para comer» (Criticón, I, X); los españoles «tienen tales virtudes como si no tuviesen vicios, y tienen tales vicios como si no tuviesen virtudes» (Criticón, II, III); «así que de todo hay en el mundo: unos que siendo viejos quieren parecer mozos, y otros que siendo mozos quieren parecer viejos.» (Criticón, III, I).Así aparecen términos como «conreyes», «descomido», «desañar», «despenado» o «reconsejo», nuevos en el acervo del léxico español.Otras veces trae a colación nombres propios para crear vocablos comunes: «su minerva» (su inteligencia o sabiduría).Elabora la forma tanto como cuida el contenido ideológico, lo que muestra su clara conciencia de escritor.
El poeta Baltasar Gracián , óleo conservado en el Museo de Bellas Artes de Valencia , posiblemente de la primera mitad del siglo XVII (quizá durante su estancia valenciana entre 1630-1636). Pese a que es un retrato poco conocido, no se ha cuestionado que represente al escritor, aunque sí su autoría, pues se ha atribuido a Velázquez (a quien Gracián elogió en sus obras) o a su taller, o bien a su paisano Jusepe Leonardo . [ 4 ]
Retrato de Baltasar Gracián por Valentín Carderera .
Primer retrato conocido de Gracián, conservado en el colegio jesuítico de Calatayud.
Primera edición de El héroe , Huesca, Juan Francisco de Larumbe, 1637.
El Héroe (Madrid, 1639). [ 13 ]
Edición de 1646 (Huesca, Juan Nogués) de El Político .
El Discreto (1646). [ 14 ]
Primera edición del Oráculo manual . [ 16 ]
Agudeza y arte de ingenio . Portada de la edición de Amberes, 1669. [ 19 ]
Portada de El Comulgatorio , Amberes, Jerónimo y Juan Bautista Verdusen, 1669.
Portada de la primera edición de El Criticón (1651). [ 21 ]
Primera edición de la segunda parte del Criticón (1653). [ 22 ]
Edición princeps de la tercera parte de El Criticón (Madrid, 1657).
Arte de ingenio, tratado de la agudeza . Portada de la edición princeps de Madrid, 1642.
Manuscrito autógrafo de El Héroe correspondiente al primor 5, «Gusto relevante», que en su edición impresa, reza:
[...] hijos de la capacidad, heredados por igual en la excelencia. Ingenio sublime nunca crió gusto ratero.

Hay perfecciones soles y hay perfecciones luces. Galantea el águila al sol, piérdese en él el helado gusanillo por la luz de un candil, y tómasele la altura a un caudal por la elevación del gusto.

Es algo tenerlo bueno, es mucho tenerlo relevante. Péganse los gustos con la comunicación, y es suerte topar con quien le tiene superlativo.

Tienen muchos por felicidad, de prestado será, gozar de lo que apetecen, condenando a infelices los demás, pero desquítanse estos por los mismos filos, con que es de ver la mitad del mundo [...]
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