Con esta obra Gracián continúa en la línea de sus anteriores obras dedicadas a la filosofía moral.
Esta obra supone un hito en su producción, constituyéndose como la culminación de lo emprendido en sus dos libros anteriores, El Héroe y El Político y contiene el germen de la que será su obra capital, El Criticón.
En cuanto al contenido, el protagonista ya no es un hombre excepcional, como sucedía en El Héroe.
Ahora se trata de un hombre prudente, que necesita muchas cualidades para desenvolverse en sociedad.
Si en El Héroe los capítulos se titulaban como «primores», ahora las divisiones reciben el nombre de «realces».