El emblema surgió cuando Andrea Alciato, jurisconsulto italiano, compuso 99 epigramas latinos, a cada uno de los cuales puso un título.
La tarea se encomendó al grabador Breuil, y el libro salió a luz en 1531 en Augsburgo con el título Emblematum liber.
1594) y Emanuele Tesauro compuso Il Cannocchiale Aristotelico, o sia Idea delle Argutezze Heroiche vulgarmente chiamate Imprese, et di tutta l’arte simbolica e lapidaria (Venecia, 1655).
En España, donde la imprenta pasaba grandes dificultades, la emblemática no encontró pronto una vía fácil para producir obras impresas.
Pintores, poetas, cortesanos, tenían el deber de conocer obras impresas en Venecia, Lyon, Augsburgo o Amberes que ofrecían ese material apetecido.
Cuando bien entrado el siglo XVIII d. C. va desterrándose el gusto por la agudeza basado en ostentar el ingenio exprimiendo el pensamiento analógico y de correspondencias, los emblemas van cayendo en desuso.