[3] El Oráculo manual, como otros de los tratados gracianos, aconseja al hombre para llegar a ser sagaz, inteligente, y prudente.
Pero se le opone la prudencia, que no admite reglas ciertas y universales para la conducta del hombre.
No menos novedosa es la forma del Oráculo, puesto que se prescinde de la argumentación y la ejemplificación con casos históricos que habían sido habituales en los tratados similares al del aragonés.
Se han interesado por él pensadores y filósofos que vivieron desde las fechas de su publicación hasta la actualidad.
Así: «saber hacerse a todos» (aforismo 77), «saber declinar a otro los males» (149), «saber vender sus cosas» (150), «saber sufrir (=soportar) necios» (159), «saber pedir» (235), «saber un poco más y vivir un poco menos» (247) o «saber olvidar» (262), serían ejemplos de aprendizajes necesarios para conducirse adecuadamente en una sociedad compleja y cambiante.
La inteligencia consiste en Gracián en saber salir airoso de cualquier situación, así dirá: «no se vive si no se sabe» (15 y 247), «hasta el saber ha de ser al uso» (120) o «Algunos comienzan a saber por lo que menos importa y los estudios de crédito y utilidad dejan para cuando se les acaba el vivir» (249).
Ni al justo leyes, ni al sabio cosejos; pero ninguno supo bastantemente para sí. Una cosa me has de perdonar y otra agradecer. El llamar Oráculo a este epítome de aciertos del vivir, pues lo es en lo sentencioso y lo conciso. El ofrecerte de un rasgo todos los doce gracianes, tan estimado cada uno que el Discreto apenas se vio en España cuando se logró en Francia, traducido en su lengua, e impreso en su Corte. Sirva este de memorial a la razón en el banquete de sus sabios, en que registre los platos prudenciales que se le irán sirviendo en las demás obras, para distribuir el gusto genialmente.