Rafael Molina, Lagartijo, fue conocido por su discernimiento del toro y por su entendimiento en la lidia de los mismos, aportó a la tauromaquia su sello y estilo personal toreando al natural.
Rafael Molina hereda tanto por la parte paterna como por la parte materna —su abuelo además fue novillero— la afición al toreo desde una edad muy temprana;[7] Sánchez de Neira en su obra Gran diccionario Taurómaco, indica que participó en todas las lidias de novillos, vacas y becerros que pudo, tanto en el campo en tentaderos como en las plazas de toros.
Lagartijo repitió actuación con la misma cuadrilla y espadas el 26 de diciembre del mismo año en otro festejo celebrado en Córdoba, en el que se lidiaron seis novillos que fueron picados por las picadoras María Josefa López (Granada) y Tomasa García (Jerez de la Frontera).
Un año después en 1864, se incorpora a la cuadrilla y a la escuela de Antonio Carmona, El Gordito, con el que Lagartijo se adiestró y toreó en España (Madrid, Sevilla, Maestranza de Ronda entre otras plazas de toros) y Portugal donde aprendió a banderillear al estilo del país luso.
[11] Con los hermanos Carmona, Lagartijo depuró su estilo inicial mejorando la técnica de los quites a los picadores, banderillas al quiebro y las de parear en corto y andando, técnicas en las que Lagartijo basó su tauromaquia.
[12][13] El 26 de julio del mismo año se anunció de nuevo como banderillero en Cádiz, con la cuadrilla del Gordito en una corrida de toros benéfica, organizada para crear un asilo para pobres en la que tanto el Gordito como el Tato, con sus respectivas cuadrillas, se ofrecen a colaborar gratuitamente; todos los detalles de la organización del festejo, incluidas las referencias de las cuadrillas, se recogieron en un folleto publicado por Víctor Caballero y Valero titulado Ya tienen casa lo pobres.
La cabeza disecada del astado se conserva en Museo Taurino Municipal de Córdoba.
[18] Rafael Molina, Lagartijo mantuvo diferentes pulsos con otros toreros importantes con los que compartió cartel, así aparecieron las rivalidades con Bocanegra que durarían desde los inicios de ambos como novilleros hasta 1867; con El Tato rivalizó desde que este le negara poder es toquear un toro en una actuación en Cádiz en 1864; con Cúchares desde 1866, con quien Lagartijo compitió tratando siempre de sobresalir en los ruedos rozando ambos diestros la temeridad según narra José Pérez Guzmán en Toreros cordobeses, donde el autor detalla extensamente estas rivalidades en la biografía que escribió sobre Lagartijo.
[3] Tras la retirada de Frascuelo en 1890, Lagartijo compitió con otro torero cordobés: Rafael Guerra Guerrita.
Lagartijo se encontró con la negativa del duque a venderle ninguna de sus reses.
Con las aportaciones del Gordito se abrieron camino los nuevos lidiadores autores de una lidia completa, entre ellos destacó el papel de Rafael Molina, Lagartijo, considerado el prototipo del toreo al natural,[33] como indica Natalio Rivas en la obra de su autoría Los toreros del Romanticismo:[34]
En la suerte de banderillas Lagartijo realizó faenas inolvidables según indica Natalio Rivas, serenas y precisas.
De esta forma puso de manifiesto el nuevo concepto aportado por Lagartijo y que este lega a la tauromaquia para ser continuado y ampliado más tarde por Guerrita.
[4] Fue conocido por el cuarteo al entrar a matar y por su famoso paso atrás; fue criticado con dureza por aquellos que eran contrarios a su forma de entender la tauromaquia llegando incluso a exagerar los defectos del torero de forma injusta en ocasiones como lo hiciera Sánchez de Neria en sus obras entre ellas el Gran Diccionario Tauromáquico; lo cierto es que en los treinta y seis años en los que el diestro estuvo en activo fue considerado un torero de primer orden que sabía ver llegar a los toros y les consentía como ningún otro torero del momento lo hizo.
Realizó con destreza la suerte de banderillas al quiebro —realizada de frente al toro— inventada por Antonio Carmona El Gordito, suerte que en esa época solo realizaban unos pocos toreros.
Mateo Inurria no fue un aficionado a la tauromaquia, aunque sí sintió atracción por la plasticidad del torero de Rafael Molina, al que conocía.
Roma canta en la mezquita Gualdalquivir medita el sueño de Abderramán.
La vida, fuerza del sino, juego en tragedia, tragedia en juego, Lagartijo, en las ermitas El poeta Antonio Fernández Grilo, amigo del torero, escribió diversos poemas, entre ellos el llamado A Lagartijo, que dedicó al torero estando este aún en vida:[34]
Le canta el pueblo en su cantar sonoro, le adora como a Dios la tierra baja, no hay lienzo en marco ni viñeta en caja que no ostente su busto con decoro.
Del Pretorio nació, junto a la ermita, y es tan profundo el culto verdadero que le rinde mi Córdoba bendita,
que cuando al redondel sale el primero, la torre de la arábiga Mezquita