[9] Una vez que habían realizado el aprendizaje suficiente podían tomar la alternativa como espadas o bien podían continuar como banderilleros en el caso de no tener suerte como matadores.
[14] En el ruedo, durante la actuación del banderillero le asisten el matador de toros del turno siguiente, que estará colocado a su espalda, es decir en los medios de la plaza y el otro espada, que estará colocado detrás de la res, en el tercio —parte del ruedo más cercana a las tablas—; completan la asistencia dos subalternos para apoyar o auxiliar al banderillero actuante, la participación de ambos espadas será solo para socorrer y no para lucirse.
[17][1] Pepe-Hillo la consideró como la suerte de más mérito desempeñada por un torero, ya que se realizar a cuerpo limpio, sin engaños;[18] Según recoge Nieto Manjón, en su obra «Diccionario Espasa.
Términos taurinos», Paquiro explicó las dificultades para realizar la suerte de banderillas con perfección y consideró que solo había cinco formas de poner realizarla adecuadamente: a cuarteo, a media vuelta, a topacarnero, al sesgo y al recorte.
[1][19] Hasta el siglo XXI la forma en la que se realiza la suerte ha ido variando, así se pueden poner banderillas de poder a poder, de frente, al quiebro (antiguamente se denominaba a pie firme o topacarnero), de dentro a fuera, por los adentros, en silla y al molinillo.
[1][20][21] La descripción más antigua de la banderilla la realiza Mariano Garisuaín en 1907 en la revista El Mengue y posteriormente en la obra de José María Cossío en «El toreo».
[2] Las características de las banderillas están normalizadas en el Reglamento Taurino en los artículos 62 y 63.
Entre los tipos de banderillas que el banderillero emplea se encuentran:[1]
Entre los grabados hay uno que representa al torero Pepe-Hillo poniendo banderillas sentado en una silla.
[web 10] El poeta Juan Antonio Cavestany encontró la inspiración en los banderilleros y en la suerte de banderillas en varias ocasiones, entre los primeros poemas que escribió está «Andalucía», publicado en «Versos Viejos», (1907, Madrid, página 39) en el que evoca las tradiciones y costumbres andaluzas, entre ellas el toro y la tauromaquia:[38]
Ya recuerda aquel toro bravo meleno que en aprieto tan duro puso a la gente, hasta que, con soltura, fresco y sereno, le quebró de rodillas cierto valiente.
Entre otros García Lorca escribió «La sangre derramada (llanto por Ignacio Sánchez Mejía)» dedicado al torero cogido y muerto por el toro Granadino el 11 de mayo de 1934.