[1] En el Renacimiento, cristalizó con los rasgos más o menos definitivos con que lo conocemos hoy, aunque —como todo lenguaje— ha ido variando según las necesidades expresivas de los usuarios.
[6] En Grecia había dos notaciones de carácter alfabético, una para el canto coral y otra para los instrumentos.
[6] El alfabeto se empleaba de la siguiente manera: cada letra, situada en vertical, correspondía a una nota fija.
[6] La notación griega fue adoptada por el Imperio romano, en cuya capital, Roma, se ha conservado en una docena de documentos, transcritos varias veces por distintos especialistas.
Sin embargo, esta notación había sido olvidada antes del siglo VII, cuando san Isidoro de Sevilla (560-636) escribió que, «a menos que los sonidos sean recordados por el hombre, estos perecen, porque no pueden ponerse por escrito».
[12] Algunos estudiosos sugieren que numerosos cantos se improvisaban sin convenciones estrictas, siguiendo un contorno melódico dado y utilizando fórmulas de apertura, cierre y ornamento, apropiadas a un texto particular o a determinado momento de la liturgia.
Cierto paralelismo se halla en la cantilación judía y en la centonización bizantina, ambas tradiciones orales antes de ser fijadas por escrito.
[18][19] En las notaciones primitivas, los signos llamados neuma (en latín, «gesto») se colocaban encima del texto para indicar el número de notas de cada sílaba y si la melodía ascendía, descendía o repetía el mismo tono.
Hoy se ha estudiado la posibilidad de que la notación neumática haya nacido para fijar el repertorio del rito mozárabe hispano.
Las frases de este himno, en latín, son así: ut - do re mi fa sol la si Ut queant laxis resonare fibris mira gestorum famuli tuorum solve polluti labii reatum sancte Ioannes.
Para que puedan exaltar a pleno pulmón las maravillas estos siervos tuyos perdona la falta de nuestros labios impuros San Juan.
En otros manuscritos, la línea se marcó con la letra correspondiente a la nota que representaba, casi siempre F (fa) o C (do), que evolucionaron posteriormente para dar lugar a las claves empleadas hoy en día.
[20] Este esquema tuvo bastante éxito y dio origen al tetragrama, predecesor del moderno pentagrama.
Tras estas reformas y modificaciones, las notas pasaron a ser las que se conocen actualmente: El ejemplo anterior muestra una escala de do mayor.
Actualmente, la escala musical diatónica (sin alteraciones ni cambios en la tonalidad) está compuesta por siete sonidos.
[22][32][33] En cualquier caso, el mayor problema con relación al canto llano atañe a su interpretación rítmica, debido a la imprecisión de la notación neumática en este sentido, motivada por el hecho de que los copistas dieran más importancia al giro melódico, descuidando las indicaciones rítmicas.
Existían seis patrones básicos, llamados «modos» por Garlandia, que se identificaban por un número:[37][38][39] También se le aplicaron los nombres de los pies métricos del versus francés o latino: troqueo, yambo, dáctilo, anapesto, espondeo y tribraquio.
[38] En teoría, una melodía compuesta en un modo determinado consistía en las repeticiones del patrón, terminando cada frase con un silencio.
[39][40] Los motetes polifónicos de finales del siglo XIII eran en su mayoría silábicos, es decir, cada sílaba requería una nota independiente.
[18][41] Franco de Colonia, compositor y teórico, codificó el nuevo sistema, llamado notación franconiana en su honor, en su tratado Ars cantus mensurabilis.
La primera innovación permitía la división doble («imperfecta») frente a la triple («perfecta») tradicional; la segunda hacía posible la división de la semibreve, hasta ese momento el menor valor posible de una nota, en mínimas.
[46][c] El sistema resultante ofrecía nuevos tipos de compás y permitía una flexibilidad rítmica mucho mayor, incluyendo, por primera vez, la sincopación.
La longa, la breve y la semibreve podían dividirse en dos o tres notas del siguiente valor más pequeño.
[54][55] A finales del siglo XVI, la forma romboidal de las notas en la notación renacentista se transformó en las cabezas redondas utilizadas hoy, mientras que las ligaduras cayeron en desuso.
[59] Estas tablaturas se hicieron especialmente populares en la década de 1600 en Inglaterra, en las lute song o canciones con laúd.
Estos se convirtieron en un elemento fundamental en la música francesa y eran añadidos por los intérpretes de manera libre e improvisada.
Se dan indicaciones para la elección y el vínculo de los segmentos; no es necesario tocarlos todos, cualquiera puede repetirse y la pieza concluye después de que el pianista toque cualquier segmento por tercera vez.
[79] También cabe mencionar al compositor, arquitecto e ingeniero griego Iannis Xenakis, que fundamentó su música en conceptos matemáticos.
[80] En el ámbito de la música electroacústica, algunos artistas han creado partituras visuales para ilustrar distintas piezas que se encuadran en esta tendencia.
Así, el artista alemán Rainer Wehinger creó en los años setenta una partitura para la obra Artikulation[h] de György Ligeti, en la que se indican ciertos aspectos poco convencionales, como los altavoces activos en cada momento.