Su obra más conocida es el tratado Ars cantus mensurabilis (c. 1260) sobre la notación mensural de la música o notación franconiana, mediante la cual la duración de un sonido es determinable por la grafía utilizada para anotarlo, independientemente del contexto musical en que se encuentre.
Su origen teutón se menciona en varias fuentes, por lo que seguramente era alemán, viajaba entre Colonia y París, que mantenían estrechas relaciones en esa época, y presumiblemente ocupó un puesto musical en Notre Dame en algún momento, quizá como profesor, compositor o maestro de canto.
Es evidente que la mitad del siglo XIII fue una época de progreso en la notación y la teoría musical, aunque sólo se pusiera al día con el estado actual de la composición y la interpretación.
[3] A diferencia de muchos tratados teóricos del siglo XIII, es una guía práctica que evita por completo las especulaciones metafísicas.
[1][2] La parte central del tratado, y con mucho la más reconocida, es la idea de que las notas, por su apariencia visual, pueden connotar su duración o valor rítmico, además de su valor melódico o altura.
[1][2] Fue una obra muy divulgada y copiada, que siguió siendo influyente durante al menos 200 años.
El triplum estaba más subdividido y los textos múltiples también podían estar en varias lenguas.