[nota 3] Según una antigua tradición, documentada por el Liber Pontificalis en la vida del papa Marcos (336) y por san Agustín, los obispos de Ostia tenían derecho a consagrar al nuevo obispo de Roma.
Según el Liber Pontificalis, el emperador Constantino I hizo construir la primitiva catedral ostiense, dedicada a los santos Pedro, Pablo y Juan.
Investigaciones recientes realizadas por arqueólogos alemanes, realizadas con la ayuda de prospecciones magnetométricas, han identificado una basílica de tres naves, que podría corresponder a la constantiniana, en la V región de Ostia, al este, que data del siglo IV y abandonado a mediados del siglo VII».
[7] Los posteriores obispos de Ostia, que disfrutaron del derecho a llevar el palio y consagrar a los emperadores con el santo óleo,[8] son conocidos por su participación en los concilios celebrados en Roma o por importantes tareas realizadas en nombre de los papas.
Entre estos podemos mencionar: Gregorio I, quien en el año 707 cumplió el oficio de bibliothecarius Sanctae Ecclesiae; Jorge, que en 755 formó parte de la delegación que acompañó al papa Esteban II a Francia, y que, según Duchesne, debido a su intensa actividad diplomática más allá de los Alpes, fue ascendido al obispado de Amiens;[9] Gregorio II, quien en 787 fue enviado como legado papal a Britania para presidir un concilio; Donato, que formó parte de la delegación papal en el Concilio de Constantinopla de 869-870, donde se condenaron las acciones del patriarca Focio, y Eugenio, que diez años más tarde participó en el concilio constantinopolitano que rehabilitó al patriarca.
Según el testimonio del bibliotecario Anastasio, el papa Gregorio IV (827-844) hizo construir una ciudadela fortificada, más tarde conocida con el nombre de Gregoriopoli, identificada, pero no unánimemente, con el actual pueblo de Ostia Antica.
La primera mitad del siglo XI está marcada por la presencia del bienaventurado Gregorio, «famoso por sus virtudes y milagros»[11] enviado como legado papal a Navarra y Castilla.
[8] Cabe mencionar también al obispo Alberico (1138-1148), que fue legado papal en Tierra Santa, donde presidió un concilio en Jerusalén,[12] en Inglaterra y en Francia.
El arcipreste de Velletri tenía derecho a intervenir en la consagración del papa si el cardenal obispo no estaba disponible; el vicario capitular ejercía la jurisdicción ordinaria en Ostia.