Sixto V

[2]​ Elegido papa (1585) tras la muerte de Gregorio XIII, rigió la Iglesia durante cinco años, desarrollando durante ese breve periodo una intensa y enérgica labor en el ejercicio de restaurar la Iglesia católica.

Dados estos orígenes humildes, sus enemigos le echaron en cara el haber sido porquero de niño.

Hacia 1552 tras ganar reputación como hábil dialéctico y predicador, llamó la atención de dos futuros papas, los cardenales Ghislieri (Pío V) y Caraffa (Paulo IV) lo que le supuso iniciar su carrera eclesiástica siendo enviado en 1557 a Venecia como inquisidor general de la ciudad, donde destacó por su severidad hasta tal punto que los venecianos reclamaron su deposición en 1560.

Este retiro voluntario contribuyó en gran medida a que, al morir Gregorio en 1585, resultara elegido como su sucesor en el solio pontificio.

El objetivo principal del papa Sixto V fue reformar la Iglesia, reorganizar su gobierno y aplicar con rigor los decretos del Concilio de Trento trayendo un renovado clima de moralidad entre obispos y prelados.

Los representantes del datario recibieron serias amonestaciones, pues Sixto V quería que como servidores suyos diesen el ejemplo.

[5]​ Sixto V preocupado por el estado moral de los civiles en la capital del catolicismo (Roma) emitió severas penas intentado restaurar la disciplina de la ciudad, como lo había realizado su predecesor Pío V.

Se decretaron penas draconianas destinadas a eliminar el juego-apuestas, el creciente lujo, la blasfemia, la adivinación, imágenes escandalosas, noticias falsas, inmoralidad sexual, adulterio, aborto, profanación del domingo, excesos del carnaval, rufianería y prostitución.

Culminaba así «el proceso iniciado por Paulo III, quien, en su primer consistorio, manifestó que antes de la celebración de un concilio debía reformarse el colegio cardenalicio y la Curia Romana»,[6]​ aunque en la práctica las reformas que llegó a realizar antes del Concilio fueron reducidas.

Otorgó para las iglesias del Japón hermosos ornamentos y reliquias, aumentó la subvención anual para los colegios jesuitas japoneses que Gregorio XIII había concedido.

En 1587 se dictó el primer edicto de persecución contra los misioneros a instancia del bonzo Nichijoshonin.

Pero la situación francesa no se presentaba sencilla: ante el avance de los hugonotes (calvinistas), que pretendían que Enrique de Navarra ocupara el trono francés, había reaccionado la Liga Católica, apoyada por España; pero otros católicos no veían con buenos ojos la intervención española y parecían dispuestos a apoyar como rey al de Navarra.

El papa aspiraba al restablecimiento del catolicismo en Inglaterra y admiraba la capacidad de gobierno de la reina Isabel, confiando durante algún tiempo en su conversión pero, eliminada esa posibilidad, apoyó la invasión prevista por Felipe II, aunque el fracaso de la Armada Invencible hizo que Sixto V abandonase ese objetivo.

Su posición dominante es obvia en el plano de Giovanni Battista Falda, que muestra también las calles paralelas renacentistas del Borgo Nuovo.

En el momento en que Sixto V accedió al pontificado las obras ya estaban en marcha en el Acqua Felice y la Strada Felice, enlazando Santa Croce in Gerusalemme con Santa Trinità dei Monti, tarea a la que se dio término durante el primer año de su pontificado, dando a esas dos obras su nombre de pila (Félix).

No extraña que, ya en su época se le diese el título de Restaurator urbis.

Sixto V llevó a cabo un amplio programa de obras -no solo arquitectónicas, sino también urbanísticas- empleando en esta tarea al arquitecto Doménico Fontana.

La Via Panisperna permitió ir de Santa Maria la Mayor a San Lorenzo Extramuros.

Por una calle en línea recta de 3300 metros, La estrada Felice, se logró ir desde la Santa Cruz de Jerusalén a la Trinita dei Monti, e incluso si se hubiese prolongado, hasta la piazza del Popolo.

[18]​ Los judíos pudieron volver a vivir en Roma sin obligación de residir en el gueto.

Mapa de los trazados de Sixto V en la ciudad de Roma