Gregorio V de Ostia
Juan XVIII lo nombró obispo de Ostia y luego cardenal.Vivió cinco años en España como legado del papa Juan XVIII.[1] Sus reliquias se guardaban en una basílica dedicada a él en Sorlada (Navarra, España), que fue muy venerada los siglos XVII al XIX por su poder de alejar las plagas de los campos.[3][4] Cargados sus restos sobre los lomos de una borrica murió el animal sobre el Alto de Piñalba o Piñava, en Sorlada.[6] La bibliografía sobre este santo prolifera, «es muy copiosa», durante los siglos XVI, XVII y XVIII, donde destacan tratadistas como Andrés de Salazar, Constantino Cayetano, Gaspar Miranda Argáiz, obispo de Pamplona, Juan Pedro Moreno Arias o Luis de Valdivia.