Agregaba Donato, que el nuevo obispo, había sido hostil con los confesores, es decir, los sobrevivientes de la persecución.
No obstante, la disputa continuó y ambos bandos pidieron la intervención del prefecto de África, Anulino, quien remitió el caso al emperador, Constantino.
Este era conocido por su simpatía por la iglesia, a la cual había garantizado el ejercicio de su culto y favorecía en sus decretos.
[3][5] Los partidarios de Ceciliano consideraron como un gran triunfo estas disposiciones, lo que reavivó la disputa.
[6] Este hecho dio origen al llamado cisma donatista, que dividió profundamente la iglesia de África.