No debe confundirse con el sentido moderno del término confesor.
Los confesores, podrían haber sido torturados, exiliados o encarcelados por su fe.
El obispo Cipriano de Cartago, a mediados del s. III, desdobla por primera vez el concepto de martyrion, distinguiendo al martyr, es decir, aquel que ha dado su vida por la fe o está próxima a darla, del confesor, aquel que ha padecido persecución, destierro, torturas, vejámenes etc., por testimoniar su fe sin llegar a morir.
Para la época sin embargo, la terminología es muy flexible, en su tiempo las palabras confessor y martyr no habían adquirido la significación específica y claramente definida que tienen para nosotros hoy en día.
Es un título que la Iglesia católica no ha vuelto a utilizar generalmente en su historia posterior.