Sínodo de los obispos

El sínodo de los obispos es una institución eclesial antigua, que fue revitalizada por el Concilio Vaticano II.

[1]​ Durante la celebración del Concilio Vaticano II, la Iglesia católica pudo advertir grandes diferencias en cuanto a las perspectivas que sobre el futuro y organización de la Iglesia tenían los distintos cardenales y obispos que asistieron al mismo.

El sínodo está formado por un número indeterminado de obispos elegidos, unos directamente por el papa sin sujeción a regla alguna, otros por las Conferencias episcopales y otros en representación de los institutos religiosos clericales y no cumple función representativa alguna, sino que tiene el carácter de órgano consultivo no deliberante, salvo que el Papa le otorgue tal función y apruebe sus conclusiones.

Posteriormente, de manera plenaria o en comisiones, los obispos atienden las cuestiones que les han sido sometidas por el papa para emitir una opinión.

Estas, una vez aprobadas por la Asamblea en pleno, se recogen en las Actas del sínodo que son entregadas al Santo Padre.