Se piensa que los cinco libros del Pentateuco (o sea la Torá, también llamada "La Ley") fueron traducidos bajo el reinado de Ptolomeo II (285-246 a. C.), y los otros libros hebreos y arameos más tarde.
[2] La Septuaginta representa una síntesis en que se subraya el monoteísmo judío e israelita, así como el carácter universalista de su ética.
Por eso los eruditos suelen distinguir estos desarrollos posteriores de lo que suponen ser el texto original de la Septuaginta, que denominan el "Griego Antiguo" (en inglés "Old Greek", abreviado como "OG").
El uso de este término puede ser o ideal o práctico: idealmente, es el texto original griego "tal como salió de la mano del traductor"; pero en la práctica, dado que el original por lo general no se conserva puramente, es la forma griega más antigua recuperable a través de la evidencia sobreviviente.
Para hablar muy a las claras, es una palabra mediocre de conveniencia que conlleva mucha inutilidad.
Sin embargo, al presente sabemos que uno de los criterios de autoridad más frecuentemente implementados en esos contextos histórico-geográficos, consistía en atribuir a los textos sagrados algún supuesto origen que se pudiera remontar a hechos extraordinarios.
En aquella época, residía en Alejandría una muy nutrida y numerosa comunidad de inmigrantes hebreos.
El filósofo judío Aristóbulo, quien vivió en Alejandría durante el reinado de Faraón Ptolomeo VI Filometor (145 a. C.), confirma el dato acerca de la Torá, al referirse a ella en una carta al rey en los siguientes términos:
(Más tarde, se agregaron al idioma hebreo algunos signos con valores fonéticos vocálicos, surgiendo así el llamado texto masorético).
Una lectura atenta de los Códices griegos revela que los textos asentados en la Biblia LXX representan fielmente, con certeza total, textos en un estado “primitivo”, carente de un estilo pulido y acabado, mucho más primario y primigenio, que el actual texto hebreo-arameo masorético, bastante más pulido y editado en el curso de los siglos posteriores.
Por una tradición histórica que data del siglo XVI, se llama protocanónicos a todos los escritos comúnmente admitidos en el Tanaj hebreo, y deuterocanónicos a todos los escritos presentes en la Biblia griega de los LXX, pero no en el Tanaj.
Símaco hizo una nueva traducción hacia 170 d. C., en la que buscaba mejorar la calidad de la redacción griega.
[2] Hasta ese momento, todavía los libros más tarde compilados bajo el término “Biblia” solían circular por separado.
Algunas ramas del protestantismo, como los luteranos y anglicanos, incluyen estos libros en sus Biblias, y los consideran lecturas recomendables, ricas en enseñanzas, aunque no como textos de autoridad normativa o dogmática.
[14][15] Existen cuando menos unos cinco libros en la Biblia LXX que —por influencia de Jerónimo— no son reconocidos por la Iglesia católica como deuterocanónicos.
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