Guerra civil española en la provincia de Córdoba

Tras los comicios se renovaron algunos de los ayuntamientos con gestoras formadas por miembros del Frente Popular, como ocurriría en la capital.

Para el mes de julio la situación social en la provincia era tensa: por un lado, la burguesía terrateniente, temerosa de que las reformas del nuevo gobierno terminasen con sus privilegios; por otra, la clase obrera cada vez más concienciada y organizada en torno a los sindicatos UGT y CNT.

Parece admitido que el gobernador Rodríguez de León estaba dispuesto a entregar el Gobierno a los insurrectos pero la firme decisión de varios personajes, entre los que se encuentran el alcalde Manuel Sánchez Badajoz, los diputados Vicente Martín Romera y Manuel Castro Molina y el presidente de la Diputación Provincial José Guerra Lozano lo evita, formando una guardia comandada por el capitán Manuel Tarazona Amaya.

Salvo el gobernador civil, que se había mostrado colaborativo, el resto de dirigentes de la resistencia fueron apresados y serían posteriormente fusilados (sólo Manuel Castro Molina lograría escapar a la zona republicana).

La situación en la provincia se muestra favorable para los golpistas tras ser dadas las órdenes a los distintos cuarteles de la Guardia Civil en los pueblos.

En esta última, gracias a la mediación del alcalde Fernando Carrión y el diputado socialista Eduardo Blanco se consiguió mantener la lealtad al Gobierno de la Guardia Civil de toda la comarca, que quedó concentrada en Peñarroya.

En Baena los anarquistas, dirigidos por Joaquín Gómez Tienda "El Transío" se adueñaban de todo el pueblo.

La lucha se hacía cada vez más violenta: el 23 de julio el bando izquierdista se imponía en Posadas y Puente Genil con gran derramamiento de sangre, algo que sucedía también en Fernán Núñez.

Esta columna llega a Montoro procedente del este el día 28, siendo su primer objetivo la rendición de Córdoba, que negocia el propio Miaja con el coronel Cascajo por teléfono mientras se suceden los bombardeos sobre la capital.

Entre los hombres de Miaja se contaban varios diputados socialistas, estando entre ellos el cordobés Antonio Jaén Morente.

Dada la dificultad en tomar la capital, Miaja se centra en los pueblos, comenzando por la zona norte y el Valle de los Pedroches donde recupera Añora (5 de agosto), Adamuz (10), Belalcázar (14), Alcaracejos, Villanueva del Duque, Hinojosa del Duque y Pozoblanco (todas el día 15), donde aún resistían numerosos derechistas y guardias civiles que serían enviados en dos trenes a Valencia, donde casi todos fueron fusilados.

El 20 de agosto el general Miaja planea un ataque por cinco frentes sobre Córdoba, que se encontraba desguarnecida.

Durante el mes de octubre se sucede la ofensiva franquista sobre el valle del Guadiato, siendo el objetivo principal Peñarroya-Pueblonuevo, para lo cual se había planeado un ataque desde dos frentes: el noroeste, con tropas venidas desde Badajoz; y el sureste, con columnas llegadas desde Córdoba.

Otra columna salida de Córdoba toma Villafranca de Córdoba el día 22, poniendo en retirada al Batallón "Villafranca", comandado por Francisco del Castillo y cuyo comisario era el poeta Pedro Garfias.

En Pozoblanco, los republicanos habían constituido el VII Cuerpo del Ejército para organizar la defensa.

El día 10 los franquistas logran entrar en Villanueva del Duque, aunque tuvieron que soportar un intenso contraataque republicano durante días hasta que el 15 de marzo, otra de las columnas enviadas franquea el Puerto Calatraveño y toma Alcaracejos, obligando a los republicanos a retirarse a Pozoblanco.

Ese mismo año Baena también había sido bombardeada los días 9 y 30 de marzo por la Patrulla Vultee.

El día 14 comienza la contraofensiva franquista, que recupera todas las poblaciones perdidas, de las que ya apenas quedan sino escombros y devuelven al ejército republicano a sus posiciones iniciales.

Se conocen casos del bando republicano en la zona norte (en pueblos como Pozoblanco, Belalcázar o Hinojosa del Duque donde serían ejecutadas más de 150 personas) y en pueblos como Montoro, Bujalance o Puente Genil, donde los represaliados superaron la centena; la inmensa mayoría, resultado de la represión del golpe militar.