Relacionadas con la escultura fenicia están las escasas pero refinadas muestras conservadas de la tartésica en el suroeste peninsular, que serían las más antiguas producciones escultóricas de una civilización protohistórica en España.
La escultura andalusí tuvo un desarrollo muy limitado a causa del aniconismo islámico, pero aun así hay algunas producciones figurativas.
Lo que sí está muy presente es la decoración geométrica o vegetal en frisos y relieves.
Las corrientes artísticas de todas las procedencias que invadieron España en los siglos de la Reconquista, sobre todo, en los siglos XI y XII dieron por resultado un espléndido florecimiento del arte escultórico.
[23] Grabado sobre el tímpano de la puerta principal es un bajorrelieve que está presidido por un crismón y flanqueado por dos leones en cuyas garras aparecen sendas figuras humanas.
Desde aquí se extenderán los influjos de este arte a regiones más apartadas, gracias a los monasterios benedictinos que se fundaron en gran número protegidos por los reyes leoneses y castellanos.
Su composición artística es, en breve resumen, como sigue: debajo de las columnillas aparecen como subyugados y oprimidos diferentes monstruos que simbolizan los vicios morales.
Durante la evolución inicial del gótico ibérico, la influencia del gótico francés fue dominante y aunque en general, los resultados fueran menos prolíficos que en Francia, adquirió unas características muy singulares: una asimilación de las influencias árabes, una tendencia recurrente al arcaísmo y el gusto por una decoración floral exuberante.
Estuvo vinculado al entorno arquitectónico y los monumentos funerarios se fueron haciendo cada vez más aparatosos.
[29] A lo largo del siglo XIII, el resto de los reinos cristianos españoles, se mantuvieron más o menos ajenos al gótico y las iglesias siguieron utilizando el estilo románico.
Al mismo tiempo, la escultura se aplicó de manera diversa en otros espacios, como tumbas, coros y edificios civiles.
Los centros de producción más importantes fueron Coímbra, Lisboa, Santarém y Évora.
La escultura renacentista se hizo presente a través de tres vías distintas: Los escultores españoles del siglo XVI han sido etiquetados con diferentes denominaciones acuñadas inicialmente para la arquitectura: «isabelino» —o «Reyes Católicos»—, «cisneriano», «plateresco», «purismo» —o «Príncipe Felipe», o «fase serliana»—, «manierismo», «romanismo», «herreriano», etc..
A partir de ese segundo tercio surgieron en distintas regiones españolas unos artistas que llegaron a ser los grandes maestros de Renacimiento español, que aunque siguieron las normas italianas, supieron dar a sus obras un carácter puramente español, creando escuela en las distintas regiones del ámbito nacional.
La evolución de la escultura barroca en España tuvo un desarrollo propio apenas influido por las escuelas extranjeras, ya que ni los escultores más destacados viajaron al exterior, como sí habían hecho en el siglo anterior, ni fueron numerosos los escultores extranjeros que trabajaron en España —salvo el flamenco José de Arce, el portugués Manuel Pereira o el alsaciano Nicolas de Bussy— ni la importación de obras fue significativa.
En su realización intervienen prácticamente todas las disciplinas artísticas (arquitectura, talla, policromía, dorado).
Destaca con mucho la imaginería, siendo el material más utilizado la madera, siguiendo la tradición hispana, con policromía y la técnica del estofado, tanto en bulto redondo como en relieve.
La talla en piedra[44] generalmente se limitó a la decoración escultórica de las portadas (fachadas-retablo).
[49] La escultura neoclásica tuvo un desarrollo particular y menos visible que en otras artes.
Por ello los primeros indicios de cambio se encaminaron hacia el barroco francés que trajeron los escultores cortesanos.
Desde la Academia, artistas como Francisco Gutiérrez (1727-1782) o Manuel Álvarez de la Peña (1727-1797) crearon esculturas en materiales nobles, en muchos casos destinadas al ornato urbano.
El cordobés José Álvarez Cubero (1768-1827) es un ejemplo del neoclasicismo español que, aunque había recibido una educación inicial en el barroco, luego completó su formación en París y en Roma, donde entabló amistad y fue asistente del italiano Antonio Canova y luego también escultor de la corte en el exilio del rey Carlos IV.
Su obra está formada principalmente por escultura religiosa, aunque también realizó composiciones pictóricas, fue un hábil urbanista y diseñó monumentos conmemorativos.
Un proyecto algo más tardío, fue el Monumento a Alfonso XII en los Jardines del Retiro, compuesto por una columnata a un lado de un gran estanque con muchas esculturas que rodean a una torre mirador que soporta la estatua ecuestre del rey (1904) en bronce y mármol, obra de Mariano Benlliure, y en el que participaron más de veinte escultores, entre los que cabe destacar a Josep Clarà y Mateo Inurria.
Ponzano se formó como alumno de Cubero y fue pensionado en Roma en 1832 para completar su formación, asistiendo a las clases de Thorvaldsen —del que ya en España escribiría una biografía—, Tenerani y Antonio Solá.
[52] Otros escultores coetáneos, como Josep Clará, Josep Llimona, Mateo Inurria, Victorio Macho, Mateo Hernández, Nemesio Mogrovejo, Julio Antonio, Emiliano Barral o Francisco Asorey, manteniendo los principios figurativistas, serán los que darán paso a las vanguardias del segundo tercio del siglo XX, que es cuando se produce la auténtica ruptura formal en la escultura contemporánea española (Pablo Gargallo, Julio González, Alberto Sánchez Pérez) que volverá a reconducirse hacia un tratamiento más tradicional en la escultura del franquismo.
[57] No obstante, tanto Benlliure como Victorio Macho hubieron de pasar «la inevitable depuración» por haber trabajado para el bando republicano (bustos del general Miaja y de la Pasionaria respectivamente).
En la década de 1950 se produjo un renacer del arte español, con la llegada de la siguiente generación, que se lanzó a la innovación con obras expresionistas y abstractas, la llamada escultura abstracta española: Pablo Serrano (1908-1985), Pablo Palazuelo (1915-2007), Eusebio Sempere (1923-1985), Martín Chirino (1925-2019) y Andreu Alfaro (1929-2012).
Destacó un núcleo vasco de escultores: Jorge Oteiza (1908-2003), Eduardo Chillida (1924-2002), Agustín Ibarrola (1930-2023), Néstor Basterretxea (1924-2014), Patxi Xabier Lezama (n. 1967)).
Las diócesis de Castilla y León, mediante la Fundación Las Edades del Hombre, celebran anualmente notables exposiciones temáticas en distintos edificios históricos con los fondos artísticos eclesiásticos ese territorio.