Desinformación

La desinformación[1]​ es una campaña en la que múltiples tipos de información y conocimiento (incluyendo juicios de valor, verdades, mentiras, verdades a medias, exageración y descontextualización) se usan como arma para manipular, explotar, o intensificar controversias con fines políticos, militares, o comerciales.

[4]​ Según la UE, la desinformación es «la información verificablemente falsa o engañosa que se crea, presenta y divulga con fines lucrativos o para inducir a error deliberadamente a la población, y que puede causar un perjuicio público».

Esta organización fue precursora en la Unión Soviética[7]​ en nombrar este término para sus tácticas de inteligencia.

Este término se populariza en 1980, cuando un agente de la Dirección de Surveillance du Territoire (DST) amplía la difusión a las técnicas del Comité para la Seguridad del Estado, en el juicio contra el comentarista Pierre Charles Pathé.

Según el Oxford Dictionaries, la palabra inglesa disinformation, traducida del ruso desinformatsiya,[8]​ comenzó a usarse en la década de 1950.

La desinformación se realiza a través de diversos procedimientos retóricos como demonización, astroturfing, oscurecimiento, esoterismo, presuposición, uso de falacias, mentira, omisión, sobreinformación, descontextualización, negativismo, generalización, especificación, analogía, metáfora, eufemismo, desorganización del contenido, uso del adjetivo disuasivo, etc.

Su maximalismo sirve para remachar cualquier discurso y crear una atmósfera irrespirable de monología.

Además, según Noam Chomsky, muchas de estas palabras suelen atraer otros elementos en cadena formando lexías pleonásticas: adhesión inquebrantable, inasequible al desaliento (incorrecto, ya que inasequible significa inalcanzable, inconseguible),[12]​ deber insoslayable, turbios manejos, legítimas aspiraciones, absolutamente imprescindible o lexías redundantes como totalmente lleno o absolutamente indiscutible, inaceptable o inadmisible.

Se da en las religiones monoteístas (zoroastrismo, judaísmo, cristianismo, islam), así como en algunas politeístas (hinduismo) y en religiones no teístas (budismo), donde se identifica con un grado máximo de perfección y conocimiento.

Es habitual entre los políticos hablar de las reglas del juego, pero nadie dice cuáles son; también se habla del marco institucional si bien nadie ha descrito ese marco; tampoco existe quien lleve el árbol genealógico de las llamadas familias políticas.

Las palabras del político abusan del léxico abstracto, toman segundos acentos enfáticos al principio o en los prefijos y se alargan mediante procedimientos inútiles de derivación: ejercitar por ejercer, complementar por completar, señalizar por señalar, metodología por método, problemática por problema.

Son característicos los verbos ‘ampliados’ viciosamente con el sufijo –izar, como judicializar por encausar, criminalizar por incriminar, concretizar por concretar, sectorializar, potencializar, institucionalizar, funcionalizar, instrumentalizar, racionalizar, desdramatizar, ideologizar, sobredesideologizar, objetivizar.

Al no tener que sustentarse en la veracidad, las noticias e informaciones falsas pueden jugar en un terreno mucho más libre para impactar a quien las recibe.

En este ámbito también destaca la importancia del fenómeno FIMI (Foreign Information Manipulation and Interference).

Según la Unión Europea, FIMI puede contribuir a aumentar la polarización y la división.

[21]​ Al atractivo de la desinformación y a las facilidades que aportan las plataformas sociales y los algoritmos informáticos que utilizan para viralizar dicha desinformación, se une el creciente aumento de contenido generado automáticamente por “bots” sociales.

[22]​ Al final y al cabo, el objetivo de estos algoritmos es mantener la atención del usuario promoviendo el sesgo de confirmación que el ser humano padece, mostrando información con la que coincide y creando una separación con aquella comunidad con un pensamiento diferente.

[24]​ Otra herramienta que se ha aprovechado del funcionamiento de estos algoritmos son los “bots” sociales.

[23]​ La desinformación se ha convertido en un problema global que afecta a la sociedad en su conjunto.

Por ello, España trabaja, en el marco de la Unión Europea, para establecer procedimientos ágiles y efectivos para luchar contra ella.

[31]​[35]​ La información médica errónea sobre formas de prevenir, tratar y autodiagnosticar la enfermedad por coronavirus ha circulado en las redes sociales.

[36]​ Algunas de las falsedades comunicadas son estafas comerciales que ofrecen pruebas en el hogar, supuestos preventivos y curas "milagrosas".

El Eurobarómetro (2018), por su parte, ha advertido del daño que estos bulos sexistas pueden ocasionar sobre los procesos y valores políticos democráticos.

El formato más utilizado fue el texto,[47]​ generalmente acompañado de material multimedia (mayoritariamente, imágenes estáticas).

Los objetivos preferentes serían mujeres políticas pertenecientes a grupos minoritarios, así como periodistas, activistas y aquellas que defienden posturas feministas.

Ilustración que muestra el Bulo a medio camino entre la desinformación y la información errónea
El ex alto funcionario de la policía secreta rumana Ion Mihai Pacepa expuso la historia de la desinformación en su libro Disinformation .
Desinformación y Cámaras de Eco en Redes Sociales
La desinformación circula en redes sociales a través de controversias que causan polarización y la creación de cámaras de eco . [ 2 ]
Grafiti en Madrid ( España ) con la frase «Covid escusa [sic] crash bursátil », en referencia a que la enfermedad COVID-19 es una excusa intencionada para desplomar la economía real .