Al producirse la irrupción musulmana en España los nuevos pobladores trajeron consigo su concepción del arte; en realidad, éste no estaba aún del todo configurado, puede decirse que el arte islámico es un sincretismo de elementos tomados existentes en los diversos países conquistados: Persia, los territorios bizantinos, el reino visigodo y romanos.
Esta mentalidad se refleja en la expresión artística que deja ver la fe y su concepto de divinidad así, como el influjo que sobre la vida del creyente ejerce el Corán, libro sagrado del islam.
Dada la limitación religiosa (aniconismo islámico) que afecta a la escultura y la pintura (a pesar de la cual hay algunos ejemplos), su manifestación principal fue la arquitectura andalusí (hispanomusulmana o hispanomoresca); aunque las artes suntuarias (o artes decorativas o artes menores –cerámica andalusí, eboraria, orfebrería, textil–) tuvieron un extraordinario desarrollo.
Los materiales utilizados en las construcciones son pobres, como el ladrillo, yeso, la madera (cal, polvo de mármol y yeso), que al estar trabajados con gran maestría, producen una sensación muy bella.
[5] El arte musulmán tomaba incluso influencias romanas, reflejadas, por ejemplo, en la Mezquita de Córdoba: en su construcción, comenzada en el año 785 y que marcó el comienzo de la arquitectura islámica en la península ibérica, se emplearon columnas romanas y visigodas y sus arcadas, al alternar los colores rojo y blanco, recuerdan las del acueducto romano de Mérida; la misma se construyó aprovechando materiales antiguos e incorporando el arco de herradura doble como solución frente al atirantado.
Tanto esta minoría como la judía gozaron de la protección estatal, conformando comunidades numerosas en grandes ciudades como Mérida, Toledo, Valencia, Córdoba, Sevilla, Granada, Almería, Málaga, etc.
De hecho al-Ándalus se convierte en un puente cultural entre oriente y occidente.
En ningún momento se produce una repetición literal de motivos y formas; al contrario, su inteligente incorporación y asimilación se traduce en una verdadera eclosión creadora, originándose el momento cúspide del arte califal.
Los edificios artísticos se centran, desde el primer momento, en torno a su capital, Córdoba, en la que se construyó una mezquita congregacional destinada a convertirse en el monumento más importante del occidente islámico.
El califa Abderramán III, siguiendo la tradición oriental (según la cual cada monarca, como signo de prestigio, debía poseer su propia residencia palaciega), decidió fundar la ciudad áulica de Medina Azahara (Medina al-Zahra).
Entre los de carácter religioso figuran las mezquitas, medersas o madrazas y mausoleos.
Esta situación se tradujo en el terreno artístico en la emulación de modelos cordobeses.
Cuenta con organización tripartita donde cada uno de los sectores estaba dedicado a funciones diferenciadas.
El sector central, de uso protocolario, está dominado por un patio rectangular cuyos lados menores estaban ocupados por albercas, pórticos y estancias alargadas acotadas en los extremos por alcobas.
En los casos de Toledo y Sevilla, reinos que pujaron más fuertemente por la herencia cordobesa, se conservan deslumbrantes testimonios de las crónicas árabes sobre sus palacios, así como escasos fragmentos generalmente descontextualizados.
Al igual que la arquitectura, las artes suntuarias siguieron la tradición cordobesa aunque el protagonismo fue adquirido por otros centros.
Las obras realizadas durante el reinado del monarca Yusuf ibn Tasufin, evidenciaban, todavía, la austeridad y falta de ornamentación impuestas por su fervor religioso.
Rigor formal que no mantuvo su hijo Alí ibn Yusuf que, deslumbrado por el refinamiento cortesano de las taifas andalusíes, patrocinó la construcción de varios edificios decorados con los más bellos elementos.
El sistema de tejados preferido es a dos aguas, construyen techos de madera y alcanzan un gran desarrollo en el arte mudéjar, a la vez que realizan extraordinarias cubiertas cupuladas.
El taller textil de Almería alcanzó su cenit realizando los famosos «attabi».
La torre interior está formada por estancias abovedadas y superpuestas que tendrán su repercusión posterior en las construcciones de otras torres-campanario mudéjares, especialmente en las edificadas en Aragón.
La arquitectura militar experimenta un enriquecimiento tipológico y se perfecciona su eficacia defensiva que tendrá gran trascendencia, incluso para el ámbito cristiano.
En cuanto elementos metálicos, destacan los aguamaniles que representan figuras de animales decoradas con incisiones vegetales cinceladas.
La arquitectura militar desarrolla los mismos sistemas generados en la época anterior, dotándola de una mayor complejidad.
Las estancias vinculadas a ellos responden, nuevamente, a dos tipologías: una alargada en cuyos extremos están las alcobas, y otra cuadrada rodeada por las habitaciones, por ejemplo, la Sala de la Barca y la Sala de las Dos Hermanas.
Asimismo, a los motivos ornamentales habituales (geométricos, vegetales y epigráficos), se une el escudo nazarí que será generalizado por Mohamed V.
Era frecuente, también, añadir óxido de cobalto con lo que se conseguían unos tonos azules y dorados.
[8] El arte mozárabe fusiona dos tradiciones, una septentrional cristiana y otra meridional musulmana, que, a pesar de sus diferencias, compartían una raíz clásica mediterránea.
Este arte se destaca por su gran variedad formal, siendo un estilo promiscuo y original en el contexto del prerrománico europeo.