[11] Con esta victoria el Batallador desbarató el intento político del obispo de Santiago de Compostela y sus partidarios, capturó[12] a Pedro Froilaz (que sería liberado poco después) y debilitó a sus oponentes.
[13] En 1116 Urraca hizo una jugada maestra para debilitar tanto al rey aragonés como a sus opositores leoneses: cedió el gobierno de los territorios al sur del Duero, dominados en esencial por el Batallador, a su hijo.
[14] Alfonso marcharía a Toledo, donde quedaría bajo la tutela del fiel arzobispo Bernardo, se alejaría de sus problemáticos partidarios gallegos y disputaría la región al monarca aragonés.
[17] Aunque su madre no estuvo presente, parece que el acto contó con su anuencia.
[18] Cuando su madre falleció el 8 de marzo del 1126 en Saldaña, Alfonso se encontraba en el cercano Sahagún.
[19] Al día siguiente, marchó a León para recibir la sumisión de la nobleza, el clero y el pueblo.
Sin embargo, no se produce un enfrentamiento entre los ejércitos debido a que los dos monarcas tienen situaciones más graves a las que hacer frente: Alfonso VII debe atender las veleidades territoriales de su tía Teresa de León y Alfonso I, a las amenazas de los almorávides.
Tras el pacto alcanzado con el rey de Aragón, Alfonso VII se dirige hacia Galicia desde donde se interna en el condado Portucalense, que rige su tía Teresa, y tras arrasarlo vuelve a León para casarse con Berenguela, hija de Ramón Berenguer III, en 1128.
La enemistad con el monarca aragonés se resuelve en 1136 cuando Alfonso VII desposee del señorío zaragozano al rey navarro y se lo ofrece a Ramiro II el Monje en el pacto por el que llegan tras acordar la boda de sus hijos Petronila y Sancho, aunque finalmente el matrimonio no se celebrará, ya que Petronila se casa con el conde barcelonés Ramón Berenguer IV, lo que va a suponer la unión entre el condado de Barcelona y el reino de Aragón.
Desde 1138 Alfonso VII centra su atención en el sur peninsular ocupado por los almorávides y los almohades.
En 1139, tomó la fortaleza de Oreja desde la que se amenazaba Toledo,[22] en 1142 se hace con Coria[23], y en 1144 con Jaén y Córdoba, aunque esta última volverá a caer ese mismo año en manos musulmanas.
Así se puede leer en la versión que ofrece la Crónica de Castilla escrita hacia el año 1300:
[24] Los restos mortales del rey fueron depositados en un sepulcro, que probablemente sería colocado en el presbiterio de la primitiva catedral toledana.
La estatua yacente representa a Alfonso VII con barba, ceñida la frente con corona real y descansando la cabeza sobre dos almohadones recamados.
El monarca aparece vestido con una túnica de amplios pliegues y cubierto por un manto real.
Las manos aparecen cruzadas sobre el regazo y sus pies, que calzan chapines, se apoyan sobre una figura de león.