En 1113 Mazdalí tomó el castillo y lo convirtió en un punto de ataque contra las tropas castellanas, que sufrieron una gran derrota en sus proximidades en 1132.
Tras el asedio durante seis meses impuesto por Alfonso VII de León,[1] con tropas toledanas, extremeñas, gallegas y leonesas, se rindió por hambre y sed en 1139, repoblándose la villa con cristianos, a los que se otorgó un fuero de gran interés histórico.
Una vez perdida su utilidad bélica, y debido a la dificultad que presenta el paraje para ser habitado, casi todos sus vecinos se trasladaron a las localidades de Ontígola y Aranjuez, quedando un modesto barrio anejo al castillo, visible desde lejos.
Las esquinas son de sillería y están redondeadas a media altura.
En el interior pueden apreciarse los restos de la iglesia, dos bóvedas y un aljibe.