[1][2]El Diccionario Random House define a la tolerancia como "una actitud justa, objetiva y permisiva hacia aquellos cuyas opiniones, creencias, prácticas, orígenes raciales o étnicos, etc., difieren de los propios".
Designaría inicialmente la indulgencia hacia la opinión de los demás sobre los puntos del dogma que la Iglesia no consideraba como esenciales.
[4] Por su parte, la tolerancia hacia quienes profesan de manera pública creencias o religiones distintas a la nuestra.
Generalmente, se considera que no hay tolerancia sin acción previa y ajena de incitación.
El término persecución ha sido usado históricamente para denotar actos de violencia indiscriminada, sean espontáneos o premeditados.
A menudo la persecución no es reconocida como tal por los perseguidores, sino solamente por sus víctimas o por observadores externos.
[7] Es más difícil comprender un comportamiento y acabar aceptándolo cuanto menos conoce uno los orígenes del mismo.
Así, Georges Clemenceau decía en Au soir de la pensée: «Toda tolerancia se convierte a la larga en un derecho adquirido».
Es algo que numerosos ilustrados señalaron reiteradamente, con la excepción de Rousseau, cuya visión del progreso difería.
Solo mediante la experiencia y múltiples tanteos puede llegar a hacerse una imagen clara del mundo.
En este sentido, nuestro autor concluye que todas merecen ser toleradas en su originalidad, en cuanto representan juegos únicos.
[15] El progreso solo es posible concebirlo si existe relación e intercambio entre culturas que, no obstante, deben mantener sus propias peculiaridades.
A nivel individual, y en una sociedad utópica libre, para que haya tolerancia, debe haber elección deliberada.
[17] De este modo, los contactos interculturales no siempre son tan productivos y, desgraciadamente, pueden generar serios conflictos; pero no por eso hemos de renunciar a apelar a la razón para demostrar las ventajas consecuentes del respeto y la aceptación del otro.
El camino para ser feliz o adorar a Dios que cada uno escoja no pertenece al ámbito de la regulación estatal.
La coacción para convertir no es algo que se desprenda del mensaje cristiano, sino la caridad y la virtud.
Ejercer la fuerza solo le corresponde al magistrado, quien tampoco la debe emplear para algo más que para garantizar las libertades.
Si un estado es confesional, las libertades no están garantizadas, en la medida en que se impone un modo de vida.
No se puede salvar a los hombres contra su voluntad y, además, la mayoría de las veces las discrepancias lo son en cuestiones frívolas.
También, aunque de menor importancia, escribió un extenso poema sobre la tolerancia: La Henriade, en 1723, donde critica el fanatismo y sus trágicas consecuencias.
En 1762 fue ejecutado el comerciante Juan Calas, bajo la falsa acusación de haber asesinado a su hijo porque este pretendía convertirse al catolicismo.
En este sentido, escribe: (...), esa tolerancia jamás produjo guerras civiles; la intolerancia ha convertido la tierra en una carnicería (pág.
Resulta fundamental esta distinción, ya vista en Locke, entre una esfera pública y otra privada en la sociedad.
Si se discute con otras pretensiones, no estamos buscando verdades ni siguiendo las reglas de una discusión racional.
Básicamente, la respuesta de nuestro autor es que siempre podemos actuar, mientras no perjudiquemos los intereses del otro.
De hecho, su defensa aparece vinculada al liberalismo político, movimiento ideológico que aboga por las libertades individuales y del cual J.S.
En efecto, la pluralidad es una característica de la naturaleza humana, y oponerse a ella es irracional e inmoral.
Y por fin, la tolerancia del fiel, que, aunque guiado por su fe, no por ello permanece menos individual.
Ya Platón, según un rumor del que se hizo eco Diógenes Laercio, habría querido quemar en la plaza pública las obras de Demócrito.
En el símbolo del giro es esta frase de Voltaire: no me gustan tus ideas pero lucharé para que puedas expresarlas.