La novedad en la aplicación del plan hipodámico consistía en que las manzanas tenían chaflanes de 45° para permitir una mejor visibilidad.
Los intereses de los propietarios del suelo y la especulación desvirtuaron finalmente el plan Cerdá.
[3] Barcelona, de la misma manera que Cataluña, había sido castigada por la peste en los siglos XV y XVI, y sufrió diversas epidemias a lo largo del XIX: La consideración militar de plaza fuerte que tenía Barcelona con la Ciudadela a su lado condicionaba la vida urbana.
[11] En 1844, Jaime Balmes se sumó, desde las páginas de La Sociedad, a las protestas contradiciendo las teorías del valor estratégico militar defendido por el general Narváez.
Convertida más tarde en la Comisión del Ensanche; contaba con representantes de la industria, los arquitectos Josep Vila Francisco Daniel Molina, Josep Oriol Mestres, José Fontseré Doménech, Joan Soler i Mestres, y representantes de la prensa: Jaume Badia, Antonio Brusi y Ferrer, Tomás Barraquer y Antonio Gayolá.
Mientras tanto, Cerdá no perdía el tiempo, acabó su proyecto y se dedicó a mostrarlo -por ganar apoyos en Madrid- a Madoz, Laureano Figuerola y al director general de Obras Públicas, el marqués de Corvera.
Se presentó con el lema: "Le tracé d'une ville est oeuvre du temps, plutôt que d'architecte".
Este modelo estaba más alineado con la futura "Großstadt" capitalista que reivindicaría la Renaixença y la Lliga.
[25] El plan aportó la clasificación primaria del territorio: las «vías» y los espacios «intervías».
Las «intervías» (isla, manzana, bloque o cuadra) son los espacios de la vida privada, donde los edificios plurifamiliares se reúnen en dos hileras en torno a un patio interior a través del cual todas las viviendas (sin excepción) reciben el sol, la luz natural, la ventilación y la joie de vivre, como pedían los movimientos higienistas.
Dicho de otra forma, su propósito era dar prioridad al «contenido» (las personas) por encima del «continente» (las piedras o los jardines).
[16] En el plano propuesto por Cerdá para la ciudad destaca el optimismo y la ilimitada previsión de crecimiento, la ausencia programada de un centro privilegiado, su carácter matemático, geométrico y con visión científica.
[26] En la misma línea, asignó un papel clave a los parques y los jardines interiores de las manzanas, aunque la posterior especulación alteró mucho este plan.
[29] El principio igualitario que Cerdà quería imprimir en su urbanismo justifica esta homogeneidad en busca de la igualdad, ya no solo entre clases sociales, sino por la comodidad del tráfico de personas y vehículos, ya que tanto si se circula por una vía como si se hace por sus transversales, los cruces entre ellas se encuentran a la misma distancia, y al no existir unas vías más cómodas que otras el valor de los hábitats tenderá a igualarse.
[26] Con respecto a la orientación, las vías discurren en dirección paralela al mar, unas, y perpendicular, las otras, eso hace que la orientación de los vértices de los cuadrados coincida con los puntos cardinales y por lo tanto todos sus lados tengan luz directa del sol a lo largo del día, denotando una vez más la importancia que el diseñador concede al fenómeno solar.
Barcelona, 1859[32] y lo replica en su diseño planimétrico para Barcelona (1856), conocido como Plan Cerdá, donde los chaflanes son tan largos como anchas las calles convencionales (20 metros), para permitir el giro no pronunciado de los vehículos, pues pasan de tener que girar en ángulo recto a hacerlo en obtuso.
Dentro del espacio de cada manzana, Cerdá concibió dos formas básicas para situar los edificios, una presentaba dos bloques paralelos situados en los lados opuestos, dejando en su interior un gran espacio rectangular destinado a jardín y la otra presentaba dos bloques unidos en forma de "L" situados a dos lados contiguos de la manzana, quedando en el resto un gran espacio cuadrado también destinado a jardín.
La sucesión de manzanas del primer tipo daba como resultado un gran jardín longitudinal que atravesaba las calles y la agrupación de 4 manzanas del segundo tipo, convenientemente dispuestas, formaba un gran cuadrado edificado atravesado por dos calles perpendiculares y con sus cuatro jardines unidos en uno.
En el mismo lugar y fecha, también se inauguró, en su memoria, un monumento en forma de composición modular, diseñado por Antonio María Riera Clavillé.
Él pensaba en planes hipodámicos, cuadrículas, octágonos, chaflanes y ángulos, se le dedica un espacio circular.
Esta transformación significa la práctica desaparición, al engullir el espacio, además, para su construcción, se retira su monumento, no fue emplazado de nuevo ahí ni en ningún otro lugar de la ciudad, siendo su existencia muy efímera.
Nuevamente, una vez más, a Cerdá le era esquivo tener el reconocimiento dentro de la ciudad Barcelona.
En muchos casos, ni tan si quiera respetando los planteamientos, partiendo de la altura, de ángulos y retranqueos expuestos anteriormente, obteniendo, por consiguiente, aún más superficie construida, pero perdiendo la penetración del sol hasta los pisos más bajos.
Unido, en muchos casos, a la construcción de equipamientos públicos como ambulatorios (CAP), bibliotecas o centros culturales.
Paradójicamente, a lo largo de los años, a medida que se fueron implementando los diferentes medios de transporte público, tanto en superficie, tranvías, trolebuses y autobuses; como subterráneos, el caso del metro, no fue tenido en cuenta al establecer sus recorridos.
Sin embargo, con el paso de las décadas, se tomarán medidas para enmendarlo.
Eso conllevaba que existiera una alta duplicidad, al coincidir distintas líneas en partes del trayecto, mientras otras zonas quedaban desatendidas, a partir de ahí se iban modificando las rutas o creando de nuevas según las carencias del momento, resultando un mapa muy intrincado.
A su vez, no estaba bien resuelta la correspondencia entre autobuses ni con otros medios de transporte público.
La actual red, conocida con el nombre de Nitbus, sigue regida, casi absolutamente, por este criterio.
En ambos casos, el trazado que discurre por Barcelona, se decidió que siguiera las principales vías ideadas por Cerdá, para el Trambaix, la Diagonal hasta la plaza de Francesc Macià; y para el Trambesòs, la Diagonal, la Gran Vía de las Cortes Catalanas y la Avenida Meridiana, convergiendo en la Plaza de la Glorias.