Para Jacques Lacan, lo real está ahí, pero siempre fuera de nuestro alcance; el "orden simbólico" es un sistema mediador basado en el lenguaje y la representación simbólica de las cosas: «construimos nuestro mundo a través del lenguaje».
A veces los personajes se crean desde la imaginación; en otros casos, acentuando un rasgo del carácter de una persona real en una nueva creación ficticia.
Otros autores, especialmente para la ficción histórica, hacen uso de personas reales y crean historias ficticias que giran en torno a sus vidas.
Algunos autores crean nombres que implican la composición psicológica de la persona, o a su apariencia.
Por ejemplo, François Rabelais dio el nombre de Gargantúa a un gigante y la enorme ballena en Pinocho se llama Monstro.
El espectador debe sentir los mismos sentimientos que frente a personas reales.
En general, los protagonistas tienen esta característica, aunque hay célebres excepciones como Harrison Bergeron en el cuento Pobre Superman de Kurt Vonnegut.
Estas cinco dimensiones son: El personaje plano destaca por su falta de detalle.
Aunque la descripción de tal personaje puede ser precisa, por lo general, solo cuenta con una característica destacable.
A lo largo de la historia del género dramático se han desarrollado varios estereotipos y arquetipos.
Además, la literatura experimental y la ficción posmoderna a menudo usan intencionalmente personajes planos, incluso en sus protagonistas.
Las Mary Sues y Gary Stus son personajes que suelen aparecer en fan-fictions, y se caracterizan por ser virtualmente carentes de defectos, debido a esto, son considerados como personajes planos.
Ya sea redondo o plano, su personalidad sigue siendo esencialmente la misma a lo largo de la historia.
Este suele ser el caso de los personajes secundarios cuyo propósito es principalmente servir a la trama o como elementos temáticos.
Los personajes secundarios y principales, sin contar al protagonista, son generalmente estáticos, aunque hay excepciones.
[5] Melanie Anne Phillips y Chris Huntley, autores de La Dramática, definen ocho arquetipos diferentes que destacan por sus características actorales y decisorias: Otro desglose[6], más propio del mundo del cómic, el manga o la fantasía, arroja los siguientes arquetipos: Los nombres de los personajes suelen ser importantes, especialmente cuando siguen los principios de la onomástica.
En muchas comedias inglesas, por ejemplo, los autores dieron a sus personajes nombres icónicos sin un equivalente real: Sir Fidget, Mr.
El nombre del Sr. Murdstone en David Copperfield de Charles Dickens sugiere asesinato y desagrado.
En el cine, la literatura popular y el cómic también han aparecido personajes simbólicos con un atributo particular, como Superman que encarna al superhéroe, Sherlock Holmes, sinónimo de perspicacia y sentido de la deducción, etc.
El nombre de un personaje a veces se refiere al mundo real, la literatura o la mitología.
Cuando se estrenó el último James Bond, la elección de un actor rubio, Daniel Craig, para interpretar al héroe fue algo chocante.
Esta mimesis en los personajes de ficción es así comentada por Milan Kundera: “Don Quijote es casi impensable como ser vivo.
Otras veces, los autores se apoyan en personas de su propio entorno para crear sus personajes.
En Glenarvon, Lady Caroline Lamb relata su historia de amor con Lord Byron, camuflando sutilmente esto con el papel principal.
[8] En la literatura experimental también hay casos en los que el autor actúa como un personaje dentro de su propia obra.
Paul Auster también emplea esta técnica en su novela Ciudad de cristal, que comienza con su personaje principal llamándolo por teléfono.
Este principio también se utilizó para la trama de la película Last Action Hero con Arnold Schwarzenegger.