Historia de la decadencia y caída del Imperio romano
El Decline and Fall está considerada como una crítica argumentada y juiciosa sobre la fragilidad de la condición humana, y es una obra clave para entender tanto la literatura inglesa del siglo XVIII como los debates intelectuales de la Ilustración.Para entonces, con un prestigio cimentado, la Historia de la decadencia y caída del Imperio romano tenía el éxito garantizado.Esta parte, alineada con la percepción negativa que la Ilustración tenían hacia el Imperio Bizantino y la Edad Media, causó menos polémica, aunque ha sido objeto de numerosas críticas por la historiografía posterior.[14] Por su parte, el historiador alemán Friedrich August Wilhelm Wenck publicó la primera traducción alemana del Decline and Fall en 1779 (Geschichte Des Verfalls Und Untergangs Des Römischen Reichs),[15] con numerosas anotaciones que han servido de base para posteriores ediciones críticas de la obra.La primera edición crítica en inglés, preparada por el historiador eclesiástico Henry Hart Milman, apareció en 1838.Igualmente, a lo largo de las dos partes, Gibbon ofrece una narrativa unificada: concibe tanto la caída del imperio de Occidente como la historia subsiguiente del Imperio bizantino como una continua e inevitable decadencia social, cultural y militar.La tesis decadentista de Gibbon se vio motivada en buena parte por consideraciones culturales que abundaban en el siglo XVIII.[27] Esta tesis había sido articulada previamente por Montesquieu en su Considérations sur les causes de la grandeur des Romains et de leur décadence (1734), y Montesquieu seguía en ello las tesis decadentistas presentadas previamente por Bossuet en su Discours sur l'histoire universelle (1681), quien a su vez había basado sus opiniones en percepciones similares que se encuentran en las obras de humanistas y clasicistas como Boileau, Budé, o Poliziano.[29] Las opiniones de estos autores influirían directamente en Gibbon, que retrató la historia del Bajo Imperio romano como un descenso gradual a la barbarie.[33] Sus prejuicios ilustrados contra la Edad Media se exponen sobre todo en la segunda parte de la obra, donde aborda la historia del Imperio Bizantino.[34] Esto reflejaba las carencias del propio Gibbon, que se sentía más cómodo con las fuentes latinas que con las griegas, y no tenía acceso a los numerosos registros y crónicas en otras lenguas cuyo estudio han contribuido posteriormente a revalorizar el Imperio Bizantino.[34] Finalmente, el marco teórico del que se vale Gibbon es producto de su propio tiempo.Cuando las tiene a su disposición disponibles, prefiere guiarse por pruebas arqueológicas o materiales como inscripciones, monedas y medallas, aunque los estudios de este tipo eran limitados en su época.[40] Sin embargo, en la segunda parte de su obra Gibbon ve sometido a considerables limitaciones.[43] Los prejuicios que Gibbon muestra contra los pueblos árabes están netamente basados en las opiniones de sus contemporáneos, y no en ningún hecho histórico concreto.«Siempre he tratado», escribió Gibbon, «de beber de la cabecera del río; mi curiosidad, al igual que mi sentido del deber, siempre me ha urgido a estudiar los originales; y si alguna vez estos han eludido mi búsqueda, he señalado con cuidado esas evidencias secundarias de las que algún pasaje o hecho estaban forzados a depender».Los romanos se habrían vuelto débiles, delegando la tarea de defender el Imperio en mercenarios bárbaros que se hicieron tan numerosos y arraigados en el Imperio y sus estructuras que fueron capaces de tomarlo al fin.La decadencia cívica se ve acompañada de la creciente influencia militar en el gobierno del imperio.Igualmente, con una corte sometida a los designios de favoritos, arribistas y eunucos, se generalizó la corrupción por todo el Imperio.Todo ello habría llevado al gradual abandono de los asuntos públicos y militares, y con el Imperio sometido a continuas invasiones bárbaras, éstas habrían acabado por llevar al Imperio de Occidente a su colapso.Sin embargo, Gibbon por primera vez incluye al Cristianismo dentro de la tesis decadentista, lo que causó gran polémica.Por otro lado, Gibbon comenta un enfriamiento del clima europeo, al hacer notar cómo los bárbaros del norte cruzaban el Danubio helado en invierno para invadir el imperio, algo de lo que hoy en día jamás se ha oído: hay quien ha querido interpretar en esto que sugirió que el cambio climático pudo tener su parte en la caída de Roma, si bien Gibbon lo menciona como un hecho militar, y no lo investiga más.[53] Elizabeth Montagu[54] y Fanny Burney[55] recogieron afirmaciones al efecto de que pese a haber admirado los dos primeros libros del Decline and Fall, jamás los habrían leído de haber sabido que el tercer volumen iba a ser una obra tan impía, algo compartido por Samuel Johnson.Fanny Burney, la esposa de un antiguo amigo, definió a Gibbon como un hombre «cuya única preocupación parece ser la de rendir pleitesía a la posteridad»,[58] y Boswell comentó abiertamente su aspecto físico «Gibbon es un tipo feo, afectado y asqueroso y me envenena el Club.»[59] En palabras del propio Gibbon: Historiadores como David S. Potter y Fergus Millar han negado que la caída del imperio se produjera a consecuencia de una especie de letargia producida por la adopción del cristianismo como religión oficial.La teoría de Gibbon no es la más popular en los tiempos modernos: en la actualidad, se tiende más a analizar los factores económicos y militares que influyeron en la decadencia y caída, si bien es relativamente habitual mencionar al cristianismo como una causa subyacente, sobre todo por la inmensa corrupción política que supuso.Gibbon es con frecuencia acusado[10] de despreciar el Imperio Bizantino en la segunda parte del Decline and Fall.[62] Le encanta describir las discusiones teológicas de la Iglesia griega, que a menudo retrata con sarcasmo y con una abierta hostilidad hacia las órdenes monásticas.Gibbon percibía estas interminables ceremonias como ejercicios de servilidad y sumisión despótica.El historiador Steven Runciman llegó a comentar que «la autocracia arrogante con súbditos serviles que Gibbon atribuye a Bizancio nunca existió.»[62] Estas limitaciones estaban en buena parte causadas por la carencia de fuentes históricas primarias concernientes al Imperio Bizantino en la época de Gibbon.En precisión, meticulosidad, lucidez, y en abarcar de forma extensiva tan vasto tema, la Historia es insuperable.
Montesquieu
, autor de
Considérations sur les causes de la grandeur des Romains et de leur décadence
(1734), obra que influyó profundamente en Gibbon.
Eusebio de Cesarea
, apologista cristiano del siglo
IV
quien según Gibbon era "
el peor historiador de la Historia
."
Louis-Sébastien de Tillemont
, historiador eclesiástico francés cuya obra, en la que proporcionaron análisis críticos de las fuentes originales, Gibbon cita con frecuencia.