Contra nuestra voluntad (en inglés Against Our Will: Men, Women and Rape) es un libro de 1975 sobre la violación escrito por la periodista y activista feminista estadounidense Susan Brownmiller.
[7][5] Contra nuestra voluntad ha atraído una gran cantidad de críticas tanto positivas como negativas, según el académico y escritor Stevi Jackson el libro "es el tratamiento feminista más completo que se haya publicado en ese momento, y en su amplitud y alcance aún no ha sido superado; si bien los argumentos de Brownmiller pueden tener fallas en algunos lugares, pero Against Our Will merece su lugar como un clásico feminista".
[2] La escritora Bell Hooks y la profesora Angela Davis acusan a Brownmiller de estar en connivencia con el racismo,[2] y además se ha criticado como esencialista pues algunas frases en el libro considera que todos los hombres tienen una necesidad innata de subyugar a las mujeres[1][2] Hasta los años 1970 la violación estaba considerada un estigma y se vivía en silencio e incluso antes del movimiento feminista, no se hablaba del tema ya que finalmente cuando la víctima pudiera buscar ayuda se encontraría con la culpa y la sospecha.
Una de las mujeres presentes en la reunión, Sarah Pines empezó a describir entonces cómo también había sido violada cuando hacía autoestop.
[3] El capítulo 1 comienza con una alusión a Richard Freiherr von Krafft-Ebing, psiquiatra austro-alemán quien, en su obra, al hablar de violación, “despacha con sorprendente pasividad el acto y sus perpetradores”.
[1][10] Luego, Brownmiller señala que tanto Sigmund Freud, como su discípulo, Alfred Adler, guardaron silencio ante el tema de la violación, aunque este último reconocía la lucha por el poder entre mujeres y hombres.
[1][2][10] En el capítulo 4 se muestran una serie de violaciones cometidas durante la Revolución Americana, en los Pogromos, persecuciones violentas contra los judíos especialmente en Rusia, y con los hostigamientos a las comunidades mormonas en los Estados Unidos.
También se señala que al validar las nociones abolicionistas las mujeres blancas de los grupos humanos afines a dicha causa entraban en terreno espinoso pues cuestionar las actitudes masculinas al respecto era discutir la fantasía perversa más popular de todas, la del amo y la esclava.
[1][10] Los hombres jóvenes, de clase trabajadora y negros están sobrerrepresentados aquí como lo están en otras áreas de las estadísticas criminales, esto no significa que todos los violadores se ajusten a este perfil, solo aquellos que son atrapados.
Brownmiller señala repetidamente que las estadísticas oficiales sobre violaciones no son totalmente representativas y, por lo tanto, deben interpretarse con cautela.
[2][10] Brownmiller prosigue analizando a los violadores asesinos, dando por sentado que Albert Henry DeSalvo fue el estrangulador de Boston, al final del capítulo la escritora expresa que sin violadores las mujeres se moverían libremente en el mundo, y los compara con los mirmidones las tropas leales a Aquiles en la guerra de Troya, feroces anónimos capaces de intimidar a quien se les pusiera en frente.
[2][10] La autora considera la dura justicia que se les da a los hombres negros acusados de violación; desde el linchamiento hasta el indebido proceso legal, los hombres negros acusados de violar a mujeres blancas son castigados mucho más severamente que cualquier otro violador, dice ella es "un hecho histórico indiscutible".
A este tenor, apunta Browniller que: “si la mujer fue la propiedad corporal original del hombre, los niños eran y son subsidiarios totalmente poseídos”.
[2][10] El capítulo arranca refiriendo lo poco sensibles que son los mitos al drama de las mujeres.
También critica a cantantes y grupos musicales como los rolling stones por canciones en donde se glorifica la violencia contra las mujeres[1][10] En el capítulo 10 Brownmiller examina el porqué se ha difundido la idea de que las mujeres quieren en el fondo ser violadas, y por supuesto lo refuta, examinando aquel lugar común según el cual es imposible “violar a una mujer contra su voluntad”.
Aboga también la autora porque las mujeres tengan desde la “infancia un entrenamiento sistemático de autodefensa” y un mayor interés en las prácticas deportivas.
[1][10] En el mensaje final del libro dice que su propósito “ha sido dar a la violación su historia.
[2][10] Algunos atribuyen a Against Our Will el cambio de las perspectivas y actitudes públicas sobre la violación.
[8] Se cita por haber influido en los cambios en la ley con respecto a la violación, como los códigos penales estatales que requerían un testigo corroborante de una violación y que permitían al abogado del acusado presentar pruebas en el tribunal sobre la historia sexual previa de la víctima.
[12] El crítico Christopher Lehmann-Haupt le dio al libro una crítica en su mayoría positiva en The New York Times, señalando que Brownmiller "organizó una enorme cantidad de información en una herramienta multipropósito" que proporcionó un programa para modernizar las leyes sobre violación mientras consideraba el tratamiento de violación en la guerra demasiado detallado y adormecedor.
[2] Las conclusiones de Brownmiller sobre las motivaciones de los violadores han sido criticadas por el antropólogo Donald Symons en The Evolution of Human Sexuality (1979),[16] y por Randy Thornhill y Craig T. Palmer en A Natural History of Rape (2000).