Así consiguió en combates parciales, quemar a nueve y apresar a seis, mientras el resto por tener mayor velocidad consiguieron huir.
Estando en la ciudad de Cádiz, en 1637, se decidió el envió de refuerzos a Flandes, para lo que se organizó una escuadra en la Coruña, pero se vio truncada por la presencia de la escuadra holandesa, que impedía el paso a la española; enterado de esto Hoces demandó del Rey el privilegio de ponerse al frente de su escuadra, para combatir a la enemiga y así conseguir el paso franco del convoy, por ello S. M. don Felipe IV, le envió orden con fecha del 28 de agosto, de incorporarse a las escuadras del Cantábrico con base en la Coruña.
Estando ya en aguas libres se convirtió en un verdadero temporal, provocando que uno de los galeones quedara desarbolado, pero no pudiendo esperarle, continuó viaje con diez galeones y dos fragatas, aunque esta última definición la da él en un escrito, pero no podemos acoplarla a ningún tipo de buque exactamente, ya que las fragatas no existían aún, como después se hicieron famosas.
Pero el gran marino estaba a la espera, pues conocía la forma de escabullirse de estos elementos de la mar, así que al notar el movimiento de los escurridizos, ordenó perseguirlos así consiguió en combates parciales, quemar a nueve y apresar a seis, mientras el resto por tener mayor velocidad consiguieron huir, con rumbo a un fuerte que está situado en la punta de la isla, pero por las premuras algunos de ellos encallaron en la entrada, así que la victoria fue prácticamente total.
Todo esto hizo ponerse en alerta a todas las zonas costeras, y sabedor de que en la Rochele se encontraba una gran escuadra enemiga, decidió no jugar más con la suerte y ordenó poner rumbo a la Coruña, pero para ello fue costeando, propiciándole que al amanecer del siguiente día, todavía se encontrará con otros dos buques franceses los cuales fueron apresados, prosiguió su navegación ya sin sobresaltos hasta su arribada a la Coruña, fondeando en ella el 28 del mismo mes de septiembre, entrando en el puerto con las presas que eran buques de entre 200 y 350 toneladas, estando todos ellos en muy buen estado de forros y costillajes, más su carga nada despreciable de grasa de ballena, sal, aguardiente y vino.
Compilada por el contralmirante don Carlos Martínez-Valverde y Martínez.