Defensa de Cádiz (1625)

El fallido ataque a Cádiz de 1625 supuso para Inglaterra graves pérdidas en dinero y prestigio, y fue el único gran enfrentamiento de la Guerra anglo-española (1625-1630).

Las tres semanas de plazo marcadas por Carlos I para preparar la flota fueron reducidas a una sola por el duque de Buckingham; la temporada del año era propicia a peligrosas tormentas en el Atlántico.

Las tropas, levadas en mayo, no habían recibido entrenamiento, y su disciplina era escasa; los marinos fueron reclutados a la fuerza.

En total sumaban 90 naves, con 5400 tripulantes, 10 000 soldados y 100 caballos, divididas en tres escuadrones.

[11]​ Inmediatamente tras la partida, la flota fue sorprendida por una tormenta, que les obligó a buscar refugio en los puertos de Falmouth y Plymouth.

En aquel momento había entre 8 y 15 galeones españoles anclados en la bahía, junto con varias naves más.

Alterando los planes previstos, el conde de Essex, a bordo del Swiftsure, avanzó hacia ellos en solitario con intención de tomarlos; Edward Cecil, a bordo del Anne Royal, fue tras él, gritando órdenes hacia los otros barcos de su flota para que le secundasen, pero estos, siguiendo los planes iniciales, se mantuvieron inmóviles, y el conde de Essex cesó en su ataque.

[14]​ Cinco naves holandesas junto con veinte buques ingleses comenzaron a atacar el fuerte con fuego de artillería, que fue devuelto por los 120 hombres y 8 cañones españoles que lo defendían.

Portocarrero, ignorante del estado en el que se hallaban los ingleses, decidió no entablar combate, dada la inferioridad numérica de sus fuerzas.

Mientras tanto, los españoles habían hundido cuatro de sus propias urcas en la bahía, por lo que las naves inglesas al mando de sir Samuel Argall no pudieron adentrarse en ella para atacar a los barcos refugiados en la Carraca, tal como había ordenado Cecil.

Los barcos holandeses, hastiados de la incompetencia inglesa, se marcharon sin previo aviso.

[16]​ Dispersados por las tormentas del Atlántico, los barcos fueron llegando a distintos puertos ingleses e irlandeses en los meses siguientes.

[17]​ En recompensa por la defensa de la ciudad, Felipe IV nombró a Fernando Girón marqués de Sofraga y le ofreció la gobernación del Milanesado, cargo que este rechazó para retirarse a su pueblo natal.

A su regreso a Inglaterra, el vicealmirante Robert Devereux, Sir Edward Conway secretario de Estado, Henry Power (Lord Valentia), general de artillería, Sir Michael Geere y otros oficiales participantes en la expedición acusaron a Edward Cecil de negligencia y mala administración.

Los gastos provocados por la expedición afectaron gravemente a la economía inglesa: para proseguir sus campañas militares, Carlos I se vería obligado a pedir créditos ofreciendo las joyas de la Corona británica como fianza.

La guerra entre España e Inglaterra continuaría oficialmente hasta 1630 con la firma del Tratado de Madrid, aunque en el transcurso de ella no se producirían más enfrentamientos en la península ibérica.

Tres relaciones contemporáneas de los hechos narradas desde el bando español:

Mapa de la bahía de Cádiz en 1625.