[9] Su reinado no solo implicó cambios en el ámbito religioso, sino también reformas políticas y artísticas.
Los historiadores opinan que Ajenatón construyó en dicha ciudad un palacio para residencia de su madre, donde pasaría sus últimos días hasta llegar a su muerte.
Se la puede ver no solo en las inscripciones conmemorativas religiosas en torno al nuevo dios Atón, sino también en otras ceremonias, como recepciones de embajadores extranjeros y funerales; incluso, aparece su imagen grabada en las estelas fundacionales de la nueva capital: Ajetatón.
[26] Ajenatón heredó, pues, un estado en muy buena posición financiera y económica, que el faraón utilizó para sus fines políticos.
Tampoco se ha encontrado, hasta el momento, referencia alguna al reinado de Ajenatón pasado dicho año en ningún utensilio o cerámica.
Existen dudas, planteadas por historiadores y egiptólogos, en cuanto a si la duración del reinado incluye el período de corregencia.
En este lapso, la figura de Nefertiti cobró importancia como Gran Esposa Real y el matrimonio, probablemente, tendría ya, al menos, dos hijas.
Su padre, Amenhotep III, realizó varias fiestas Heb Sed, cuya principal función era la de regenerar la fuerza del faraón, celebrando algunas en la actual Malkata, donde se hallaba una residencia real, llamada Palacio del deslumbramiento de Atón, lo que atestigua un temprano interés en Atón.
Enfermedades Actualmente estudios realizados por neurólogos y antropólogos sugieren que el joven faraón padecía hidrocefalia.
No se han conservado imágenes antropomórficas, tan comunes en la religión egipcia, del dios Atón, ya sea en forma de esculturas, pinturas o bajorrelieves.
Además, Ajenatón no solo erigió en el Templo de Karnak un santuario dedicado a Atón,[37] sino que fundó una nueva capital político-religiosa: Ajetatón.
En la nueva ciudad, hizo construir templos con grandes patios, ya que el culto solar debía hacerse al aire libre.
Como consecuencia de lo anterior, surgió la nueva religión, sustentada sin fisuras desde el máximo nivel político del estado faraónico.
El faraón se nombró único representante en la tierra del dios, haciendo innecesaria la casta sacerdotal.
[43] Simultáneamente, se produjo también un cambio radical en las formas y modos de oficiar las ceremonias religiosas.
Por tal motivo, en las investigaciones arqueológicas es muy común hallar en las viviendas del Antiguo Egipto pequeños altares, esculturas, etc.
Incluso en la propia capital se han hallado estatuas de otros dioses erigidas ya en esa época.
[47][48] Tradicionalmente, se ha tenido la imagen de Akenatón como la de un gobernante que había abandonado total o parcialmente su cargo debido a una religiosidad extrema, y que había llevado a Egipto al declive (sobre todo en el exterior).
Los principales funcionarios del estado han pasado a la posteridad más como seguidores incondicionales del faraón y su nueva ideología, que por obras, hechos o documentos, como queda mostrado en los relieves que muestran sus tumbas en el cementerio de la nueva ciudad, Ajetatón.
Del Segundo Período Intermedio, Egipto salió sumamente fortalecido, ya que a la expulsión de los hicsos le siguió un período de conquistas que alcanzó su máxima expansión durante el reinado del faraón Tutmosis III.
Algunas de esas tablillas de barro cocido estaban dirigidas a la reina madre Tiyi, aunque se supone que fue durante un breve período inmediatamente posterior a la muerte del anterior rey Amenhotep III, cuando el nuevo rey Ajenatón no estaba del todo familiarizado con las relaciones diplomáticas.
Se deja de lado la representación idealizada, sin faltas o defectos físicos, y se remarcan algunos rasgos de forma extrema: poseen cabezas alargadas en su parte posterior, ojos rasgados, labios gruesos, mandíbulas prominentes, cuellos largos y estilizados, vientres pronunciados —tanto en personajes masculinos como femeninos— y contornos redondeados que, en muchos casos, dificultan la identificación del sexo del personaje representado.
Con todo, durante la Dinastía XIX, el arte egipcio volvió a la antigua ortodoxia artística.
Sin embargo, su argumento de que la poliomielitis no es tan virulenta como algunas otras enfermedades ha sido refutado pues ignora la evidencia de que las enfermedades son menos virulentas cuanto más tiempo están presentes en la población humana, como se demostró con la sífilis y la tuberculosis.
Además, la damnatio memoriae decretada por los posteriores faraones de la Dinastía XIX eliminó mucha información sobre su mandato.
Gracias a los relieves en la tumba del cortesano Meryra, se puede saber que la familia real estaba en pleno: Akenatón, Nefertiti y sus seis hijas.
Una costumbre que se impuso durante la Dinastía XVIII era la de nombrar un corregente, de modo que el faraón reinante delegaba algunas funciones políticas y religiosas en el heredero, quien una vez acontecida la muerte del rey accedía al trono.
Los historiadores opinan que el lento período de restauración comenzó durante este reinado.
La pronta e inesperada muerte del faraón niño quebró la línea sucesoria extinguiéndose con él la Dinastía XVIII.
Son múltiples las menciones en obras de ficción del faraón Ajenatón, las más importantes publicadas en lengua española: