Atón

Se consideraba, en la mitología egipcia, el espíritu que alentaba la vida en la Tierra.

En los primeros tiempos se representó como un hombre con cabeza de halcón (igual a la representación del Ra-Harajti heliopolitano), después como disco solar del cual surgían rayos con manos extendidas hacia los creyentes, o sujetando signos de la vida.

Así, las escenas de los dioses esculpidas en piedra, que antes representaban animales y formas humanas, ahora mostraban a Atón como un orbe en lo alto con rayos vivificantes que se extendían hacia la figura real.

[6]​ El culto a Atón data del Imperio Nuevo de Egipto.

Gran parte del clero, al perder sus privilegios, se opuso al culto preferente a Atón y los egipcios siguieron venerando a sus antiguos dioses para pedirles protección de las enfermedades o la resolución de sus necesidades más acuciantes.

Frente a todas estas referencias el arqueólogo inglés T. E. Peet se muestra muy tajante, ya que no considera que hubiese ninguna muestra de idealismo en las decisiones de Akenatón: Esa es una cuestión sobre lo que se ha dicho y escrito muchas barbaridades, porque en las investigaciones se concede un margen excesivo al romanticismo y a la fantasía.

Verdaderamente, la apariencia del dios no deja entrever nada que haga verosímil esa fe tan ponderada; Atón no era el disco solar en un sentido físico, sino “la energía que entraña”.

Cuando te alzas en el borde oriental del cielo colmas con tu belleza cada país.

Eres Ra, y has cautivado a todos ellos; los encadenas por medio de tu amor.

Todos duermen en sus estancias, mantienen la cabeza cubierta, la nariz taponada y no se contemplan entre sí.

Cualquiera podría arrebatarles sus bienes, ocultos bajo sus cabezas, sin que se enteraran.

Reina la oscuridad, enmudece el mundo; pues quien lo ha creado se ha ido a descansar en los confines celestes.

La oscuridad queda desterrada apenas nos envías tus rayos, los dos países celebran cada día una fiesta, alertas y bien firmes sobre sus pies porque tu les has dado animo.

Se lavan y cogen sus ropas; elevan los brazos para orar tan pronto como aparecen.

Los peces en la corriente saltan para ti, y tus rayos llegan hasta el centro del gran mar.

Tú creaste la tierra como lo deseabas mientras estabas solo: seres humanos, toda clase de animales, grandes y pequeños.

Sus lenguas hablan múltiples lenguajes, asimismo sus formas y colores son diferentes… ¡sí, tú has hecho distintos a los hombres!

En ciudades, aldeas y caseríos, sobre caminos o ríos… todas las miradas se dirigen a ti cuando eres el sol diario brillando sobre la tierra.

[9]​ Este himno estaba grabado en cinco de las sepulturas que fueron desenterradas en Tell-al Amarma (Aketatón).

Tu vulnerable hijo exulta, oh Atón viviente cada día gozoso en el cielo.

Satisface su sed al contemplarte, los rebaños triscan, las aves agitan gozosamente las alas en sus nidos.

Cada línea del texto es una simplicidad asombrosa, su mensaje no requiere ninguna interpretación, porque significa lo que contiene.

Como la mayoría no sabía leer los jeroglíficos grabados o pintados, debían esperar que alguien lo hiciera por ellos.

Sin embargo, cuando esto sucedía, su confusión era mayor al no haber entendido lo que escuchaban.

En los Himnos de Akenatón no hay ninguna alusión negativa, faltan las amenazas, los presagios a la destrucción y toda esa cantinela aterradora en la que se apoyan tantas religiones para amedrentar a los pecadores.

Solo cuando se pone, surge una tibia amenaza con esas alusiones a “cada león sale de su caverna / todas las serpientes atacan.

[9]​ Algunos egipcios les ofrecen una respuesta a esta pregunta: “Existe una tendencia romántica a contemplar la sociedad formada en Aketatón como un paraíso bañado por el sol, en el que se obtenían dos cosechas anuales, la vida se desarrollaba plácidamente y todo transcurría muy cerca de lo que podría considerarse un paraíso.

Las gentes más humildes habían fijado su atención en Osiris, divinidad a la que siguieron adorando en secreto.

El pueblo egipcio aceptó a Atón porque se lo imponía su monarca, al que seguía considerando la representación de dios.

Lo que salía de su boca debía ser obedecido sin someterlo a discusión.

Iconografía de Atón.
Ajenatón y su familia adorando a Atón.
Estela en piedra caliza monstrando a Ajenatón, Nefertiti y sus hijas. Del período de Amarna, c. 1350 a. C.
Ruinas del Pequeño Templo del Atón en Amarna .
Estela del templo de Atón, el culto monoteísta del Sol promovido por Akenatón en Amarna (1352-1336 a. C.)
El dios Atón era la representación del Sol.
Akenatón y su familia ofrendando al dios solar Atón (estela encontrada en la tumba real). Museo Egipcio de El Cairo.