El tema central es la libertad del ser humano para configurar su vida, sin dejarse llevar por un supuesto destino.
La concepción de la vida como un sueño es muy antigua, existiendo referencias en el pensamiento hinduista, la mística persa, la moral budista, la tradición judeocristiana y la filosofía griega.
La obra tiene un tono dramático, perteneciendo al género teatral propio del Barroco, el drama.
En ella se mezcla lo trágico con lo cómico, atractivo para un público amplio, tanto popular como noble.
Se inicia con Rosaura, vestida de hombre, y Clarín que llegan hasta la cueva.
Y cuando el preso se da cuenta de que no está solo, intenta matar a Rosaura, pero luego le perdona la vida.
Basilio decidió hacer una prueba y dar una oportunidad a su hijo; lo llevarían a palacio, pero de manera que, si efectivamente resulta ser un tirano, su estancia en el palacio le parezca tan solo un sueño.
Basilio ha ideado un engaño para ver si Segismundo es realmente cruel: lo llevan dormido al palacio y le permiten ver cuál sería su destino, pero guardándose la posibilidad de hacerle creer que todo fue un sueño, en caso de que se demuestre malvado.
Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, El pueblo de Polonia, al saber que tiene un príncipe heredero, organiza una revuelta y libera a Segismundo de su torre.
Sin embargo, desde que Marcelino Menéndez y Pelayo (1910) clasificara a la obra como drama filosófico, la crítica ha hecho hincapié en los problemas existenciales de la obra, desatendiendo a veces sus características específicamente formales, dramáticas.
En relación con el primer punto, se pueden señalar algunos ejes que constituyen los temas filosóficos centrales; la oposición entre destino y libertad, el tópico de la vida como sueño y la tematización del autodominio.
En su alusión al minotauro, Segismundo no lo hace directamente sino que lo hace a través de un recurso denominado alusión mitológica, en la cual nunca menciona el nombre del monstruo sino que se refiere a donde estaba encerrado: el laberinto.
Segismundo es análogo a este personaje de la mitología griega ya que los dos se encuentran prisioneros y ambos son bestias.
Este menciona que va a estallar como el Etna; esta exageración es denominada hipérbole.
Esta décima comienza desde el principio con una metáfora: es la mencionada anteriormente (la de denominar bruto al animal).
También se puede encontrar una hipérbaton donde el orden sintáctico del verso es modificado «apenas signo es de estrellas», luego hace una referencia a Dios por medio de una metonimia al mencionarlo como el «docto pincel».
Segismundo se refiere al pez como un «...aborto de ovas (...) bajel de escamas...» y una imagen visual que dice «...sobre las ondas se mira...» aludiendo a las olas u ondas que existen en todo medio acuoso.
Segismundo en esta décima se refiere al arroyo como una culebra que serpea las planicies en busca de su fin.
En esta décima Calderón utiliza dos sentidos para describirnos el arroyo primero utiliza una imagen visual «sierpe de plata» luego una imagen auditiva «músico celebra» y culmina la descripción del arroyo mostrando como este no tiene restricción alguna para vivir ya que este tiene «el campo abierto a su huida» ya que este pide a los «cielos la piedad» y estos se la «dan con majestad».
Quienes postulan el libre albedrío creen en la salvación a través de las buenas obras que los hombres realicen en su vida.
En conclusión, el soliloquio de Segismundo sintetiza el carácter barroco en setenta y un versos que están plagados de metáforas, metonimias, hipérboles, hipérbatos, preguntas retóricas, retruécanos, analogías e imágenes tanto visuales como auditivas.
Pero al ser una persona tan religiosa, Pedro Calderón de la Barca utiliza su obra para inculcar los dogmas contrarreformistas.
En pocas palabras, Segismundo pierde el autodominio al ser privado de su libertad.
Esto lo lleva también a perder su libre albedrío, ya que cuando una persona está cegada por el instinto o por la ira pierde el control sobre su cuerpo y deja de tener toda posibilidad de tomar decisiones sabias y correctas.
[5] En el mismo siglo XVII la obra se estrenaba más allá de las fronteras españolas, en Bruselas (1647), Ámsterdam (1654), Hamburgo (1658) o Dresde (1674).