El asedio supuso un grave desastre para el reino de Castilla, y Luis Suárez Fernández aseguró que «la mitad» del ejército sitiador pereció durante el asedio a causa de la peste, que diezmó las filas castellanas.
[2] Sin embargo, la reina viuda, y valiéndose del Consejo Real, comenzó a despachar documentos en nombre propio y sin ni siquiera «mencionar» en los mismos, como indicó Suárez Fernández, el nombre de su hija Beatriz, que era la legítima reina de Portugal y estaba casada con Juan I de Castilla.
[8] Además, Rades y Andrada señaló que Pedro Fernández Cabeza de Vaca y sus tropas permanecieron seis semanas en Loures aguardando a que los defensores de Lisboa o los partidarios del maestre de Avis les atacasen, aunque no llegó a entablarse ninguna batalla entre ellos.
[12] Suárez Fernández señaló que ya en estos momentos los «consejeros castellanos» de Juan I empezaron a dudar del éxito en conseguir tomar Lisboa, ya que, aunque la capital portuguesa no dispusiera de recios muros, era una ciudad «fuerte» e importante y defendida por algunos bastiones situados en torno suyo que podían asegurar su supervivencia.
En esos momentos el maestre de Avis ya disponía de una flota, compuesta por siete naos, una galeota y trece galeras, que había sido enviada a Oporto y con la que intentó, como señaló Suárez Fernández, hacer «buenas presas» y debilitar a la flota castellana que bloqueaba Lisboa.
[14] Y como las tropas castellanas no dominaban la línea fronteriza del río Mondego, tuvieron que reforzar su dominio sobre la línea del río Tajo a través de Santarém y Tomar para poder llegar hasta Cáceres, que se convirtió en su base principal en la retaguardia en lugar de Salamanca, como había sido tradicional hasta entonces.
[14]Los lisboetas comenzaban a padecer los efectos del hambre, y entre los sitiadores se extendía la peste, por lo que la clave del asedio pasó a ser, como señaló Suárez Fernández, quiénes podrían resistir durante «más tiempo».
[16] Pero el veterano y experimentado almirante Fernando Sánchez de Tovar, que había obtenido numerosas victorias navales en otros reinos, creía que era preferible salir a buscar al enemigo para aniquilar completamente su flota o dispersarla en mar abierto.
[16] Ruy Pereira ordenó que las naves portuguesas deberían avanzar hacia Lisboa en tres grandes grupos.
[16] Sin embargo, las galeras salidas de Oporto fueron casi totalmente aniquiladas, ya que de las diecisiete sólo se salvaron cuatro y gracias a una empalizada que previsoramente se había levantado.
[19] Y aunque en teoría la flota castellana resultó vencedora y quedó constancia de su superioridad, Juan I de Castilla achacó la derrota a que no habían salido de Sevilla todas las naves que había solicitado y también a que la flota castellana que boqueaba Lisboa había relajado su vigilancia sobre la parte sur del Mar de la Paja.
[23] Y con ello, como aseguró Suárez Fernández, proporcionaron a los lisboetas, aunque sin pretenderlo, una valiosa ayuda, ya que «el fuego» era considerada la mejor arma para poner fin a una epidemia de peste.