[3] Una de las principales características del SIPAM Montañas de León es la diversidad de usos del suelo que se da en su amplio territorio, con bosques (castañares, hayedos, abedules, enebros, robledales...), pastos y zonas de cultivo, generando un espacio de convivencia de agricultura, ganadería, silvicultura, recolección, caza y pesca en un mismo espacio, lo que que le otorga a la zona un gran valor agroecológico.
[2] Ello propicia una gran agro-biodiversidad, basada en los sistemas de conocimiento local y tradicional, junto a una cultura y sistemas de valores y organizaciones sociales que juegan un papel clave en el equilibrio de los objetivos ambientales y socioeconómicos, en el fortalecimiento de la resiliencia y la capacidad reproductiva de todos los elementos y procesos fundamentales para el funcionamiento del sistema agrícola, todo ello enmarcado en un paisaje de gran belleza y reconocimiento que aportan las siete Reservas de la Biosfera que se integran en este espacio, conviviendo todo ello en directa armonía con los sistemas agrícolas de los pueblos que las componen, constituyendo «un territorio único que reúne componentes difíciles de encontrar en otros lugares del mundo».
[2] El SIPAM Montañas de León se sitúa en la vertiente sur de la parte occidental de la cordillera Cantábrica, con una orografía que oscila entre los 500 m. sobre el nivel del mar y los 2 600 m s. n. m., y en la que se combinan amplios valles intramontañosos con abruptas montañas, situándose esta zona, con una superficie de más de 10 000 kilómetros cuadrados, en la convergencia de las áreas climáticas mediterránea (con matices continentales) y atlántica de la península ibérica, una transición que se refleja en su vegetación y cultivos, lo que unido a su accidentada orografía, ha contribuido a configurar una realidad agrosilvopastoril, sus paisajes y la cultura e identidad de su población, considerada singular.
[4] En este territorio se integran las siguientes Reservas de la Biosfera: El Sistema de Patrimonio Agrícola de Importancia Mundial (SIPAM) implica no solo paisajes naturales singulares, sino también prácticas agrícolas que generan medios de vida en las zonas rurales y que combinan biodiversidad, ecosistemas resilientes y tradición e innovación de una manera única.
[1] Estas características, y teniendo en cuenta que el reconocimiento como SIPAM no conlleva inversiones específicas —no cuenta con una dotación económica de la FAO, quien hace ese reconocimiento— abre muchas posibilidades, siendo los principales beneficios de carácter intangible, propiciando un sello, distinción o reconocimiento, que aporta «reputación y visibilidad» a toda la zona, sin imponer ninguna restricción en el territorio al que afecta, que en el caso de la montaña leonesa es de más de 10 000 kilómetros cuadrados.