Desde los años 1970 el arquitecto paisajista escocés, Ian L. McHarg replanteó el diseño y planeamiento del paisaje con la recuperación del genius loci[8] ligado directamente con la valoración de los elementos sujetos a un cambio, a la temporalidad.
Para el Instituto del Diseño Resiliente, estos elementos se miden en principios que fungen como la directriz que el diseñador sigue para lograr identificar, conocer y aplicare este tipo de diseño en sus métodos para llevar a cabo algo que brinde un beneficio ambiental y social.
Es decir, estos dos aspectos constituyen una amenaza para la sostenibilidad en cuanto a las consecuencias que acarrean para la resiliencia de los ecosistemas.
Para generar sujetos capaces de desenvolverse en su mundo con respuestas saludables, es necesario construir resiliencia.
[15] El cambio climático y la educación sobre este tema son desafíos globales que pueden integrarse en los currículos escolares, ofreciendo un aprendizaje contextualizado que fomente una comprensión profunda de las diversas estrategias para abordar este fenómeno.
[17][18] La educación tiene un rol central en tres áreas clave para avanzar hacia una economía descarbonizada y resiliente al cambio climático.
En primer lugar, debe proporcionar a los estudiantes el conocimiento científico necesario para comprender la crisis climática y la biodiversidad.
En segundo lugar, las escuelas deben garantizar la continuidad del aprendizaje incluso durante eventos climáticos extremos.
La transición hacia una economía sostenible requiere que los sistemas educativos, en particular los de educación técnica y superior, se coordinen con las estrategias nacionales de descarbonización para garantizar que los estudiantes estén preparados para aprovechar las oportunidades laborales emergentes.