Sin duda se sintió obligado a escribir música patriótica -o a prometer que lo haría-, puesto que ya había provocado la ira de los censores del partido con su ópera Lady Macbeth de Mtsensk, prohibida en 1936.
Tal vez intuyó que Stalin no quería toda la gloria y la atención de la revolución atribuida a Lenin y por ello decidió mantenerse alejado de la idea por el momento.
En la misma sesión se interpretó el Poema romántico para violín y orquesta de Valeriy Zhelobinsky.
[3] Los otros dos movimientos son ambos típicos del compositor y en el espíritu de Prokófiev.
Un nuevo tema aparece finalmente en el corno inglés para lanzar el segundo grupo temático, y luego se vuelve a tocar el material, pero de forma mucho más compacta.
Algunas frases recuerdan al primer movimiento, lo cual aporta unidad a la obra.
[2][6] Si bien la música y la orquestación suenan a Shostakóvich, el espíritu de Prokófiev parece flotar por encima.
Incluso la tenue y breve sección central parece ansiosa por devolver las riendas al contagioso buen humor del material principal.
Retoma esta aparente alegría que deja imaginar, detrás de la fachada, como un círculo macabro.
Esta sección alcanza su clímax y se desvanece en una sección tranquila de ritmo incierto (el compás cambia de dos a tres casi, aunque no del todo, en cada compás), hasta que un violín solista recupera el galope inicial.
El cierre es uno de los más alegres, coloridos y sencillos escritos por el maestro ruso, en el que no hay ni una sola nota extravagante.
[7] Según Isaak Glikman en el estreno la obra tuvo una gran acogida, especialmente el Finale cuya interpretación se repitió.
Un crítico local alabó a Shostakóvich por liberarse de tendencias formalistas en su nueva sinfonía.